sábado, 9 de mayo de 2015

El Mandamiento Nuevo

Mañana celebraremos la Liturgia correspondiente al Domingo VI de Pascua. Seguimos leyendo y meditando los discursos de despedida de Jesús, durante la Última Cena, que están contenidos en los capítulos 14 a 17 del Evangelio de San Juan.


En esta ocasión, la Iglesia pone a nuestra consideración, principalmente en la Segunda Lectura (1 Jn 4, 7-10) y en el Evangelio de la Misa (Jn 15, 9-17), la doctrina de Jesucristo sobre el Mandamiento Nuevo de la Caridad. Vale la pena leer los dos textos enteros:

1 Jn 4, 7-10
7 Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
8 Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
9 En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Jn 15, 9-17
9 Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
12 Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
17 Esto os mando: que os améis unos a otros.

El Papa Benedicto XVI, en el último volumen de Jesús de Nazaret, al hablar del “Lavatorio de los pies”, explica en qué consiste el Mandatum Novum, el Mandamiento Nuevo del Amor.

En resumen, dice que Jesús concede el don de la pureza a sus discípulos, de modo que todos (menos Judas) estén limpios para recibir el don del Amor (mediante la efusión del Espíritu Santo) y así poder recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Las purificaciones rituales tenían gran importancia en el pueblo judío. Pero Jesús les da su verdadero sentido. Por sí solas no son suficientes. Es necesario que el Señor nos purifique el corazón. Eso es lo importante. Tener un corazón puro.

¿Cómo tenerlo? No precisamente a través de un esfuerzo humano, de tipo moral. Jesús no ha cambiado la perspectiva ritual en una perspectiva de tipo moral o ético. Lo que ha hecho el Señor es algo mucho más grande y definitivo.

No somos nosotros los que limpiamos nuestro corazón con nuestros esfuerzos. Es Dios quien lo purifica, con el don de su gracia, por medio del Espíritu Santo. Nosotros podemos y debemos prepararnos: pidiendo esa gracia, disponiéndonos interiormente a recibirla, acudiendo con humildad a las fuentes de la gracia (los Sacramentos), escuchando la Palabra del Señor en la Sagrada Escritura, y buscando cumplir los mandamientos para permanecer en la Verdad.

Pero es Dios quien nos da la Vida Nueva: la Verdad y el Amor.

Leamos algunos párrafos, directamente, del Papa Benedicto (las negritas son nuestras):

“La pureza y la impureza tienen lugar en el corazón del hombre y dependen de la condición de su corazón (cf. Mc 7, 14-23)”.

“Pero surge inmediatamente una pregunta: ¿Cómo se hace puro el corazón? ¿Quiénes son los hombres de corazón puro, los que pueden ver a Dios (cf. Mt 5, 8)? La exégesis liberal ha dicho que Jesús habría reemplazado la concepción ritual de la pureza por una de orden moral: en el lugar del culto y su mundo se pondría ahora la moral. Consiguientemente, el cristianismo sería esencialmente una moral, una especie de «rearme» ético. Pero así no se hace justicia a la novedad del Nuevo Testamento”.

La fe purifica el corazón. Y la fe se debe a que Dios sale al encuentro del hombre. No es simplemente una decisión autónoma de los hombres. Nace porque las personas son tocadas interiormente por el Espíritu de Dios, que abre su corazón y lo purifica” [Fue lo que sucedió en casa del Centurión Cornelio. Cfr. la Primera Lectura de la Misa, tomada de Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48].

“El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús, el amor que llega hasta la muerte. La palabra de Jesús no es solamente palabra, sino Él mismo. Y su palabra es la verdad y es el amor”.

“El don de la pureza es un acto de Dios. El hombre por sí mismo no puede hacerse digno de Dios, por más que se someta a cualquier proceso de purificación. «Vosotros estáis limpios». En esta palabra maravillosamente simple de Jesús se expresa de manera prácticamente sintética lo sublime del misterio de Cristo. El Dios que desciende hacia nosotros nos hace puros. La pureza es un don”.

“¿En qué consiste la novedad del mandamiento nuevo?

“Se ha dicho que la novedad, más allá del mandamiento ya existente del amor al prójimo, se manifiesta en la expresión «amar como yo os he amado», es decir, en amar hasta estar dispuestos a sacrificar la propia vida por el otro. Si consistiera en esto la esencia y la totalidad del «mandamiento nuevo» entonces habría que definir el cristianismo como una especie de esfuerzo moral extremo”.

“No, la verdadera novedad del mandamiento nuevo no puede consistir en la elevación de la exigencia moral. Lo esencial también en estas palabras no es precisamente la llamada a una exigencia suprema, sino al nuevo fundamento del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con Cristo, del vivir en Él”.

“La inserción de nuestro yo en el suyo –«vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20)– es lo que verdaderamente cuenta”.

“Debemos dejarnos sumergir en la misericordia del Señor; entonces también nuestro «corazón» encontrará el camino recto. El «mandamiento nuevo» no es simplemente una exigencia nueva y superior. Está unido a la novedad de Jesucristo, al sumergirse progresivamente en Él”.

“Siguiendo en esta línea, Tomás de Aquino pudo decir: «La nueva ley es la misma gracia del Espíritu Santo» (S. Theol., I-II, q. 106, a. 1), no una norma nueva, sino la nueva interioridad dada por el mismo Espíritu de Dios”.

> Recomendamos ver el siguiente video del P. Santiago Martín, sobre la situación de la Iglesia en estos momentos y de cara al próximo Sínodo de Obispos: "La hora de la siembra".

3 comentarios:

  1. Creyendo siempre en la buena fé, creo necesario que los autores de esta buena página aclaren según los últimos acontecimientos lo relacionado con MDM que ha cerrado su página se ha descubierto su identidad y negocio.
    Bendiciones

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    1. No tenemos la plena seguridad de que MDM sea falsa. Puede haberse descubierto su identidad, pero ¿cómo estar seguros de que no recibe mensajes del Cielo, si ella misma lo sigue afirmando claramente? También dice que ha cerrado la página (la original, en inglés) por la persecución de la que está siendo objeto. De hecho se acaba de publicar un nuevo mensajes (del 6 de mayo) en la página en castellano: cfr. http://www.elgranaviso-mensajes.com/news/mensajes-mas-actuales/.
      Es mas prudente esperar.

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    2. Gracias de todas maneras en lo personal prefiero mas creer en las palabras de Jesucristo "y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella".
      O de San Pablo "la Iglesia es columna y fundamento de la VERDAD".
      Que además están muy de acuerdo con las visiones de santos como Don Bosco o Ana Emmerick, donde la Iglesia si ha pasado, pasa y pasará por grandes dificultades, pero al final saldrá triunfante y es la ÚNICA y verdadera Iglesia.
      Persecuciones todos los cristianos somos victimas de aquello en alguna medida, pero ningún real discipulo y siervo de Dios se ha amilanado por aquello, al contrario.

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