Dentro de unos días, el
próximo jueves, celebraremos el 49° aniversario de la última aparición a
Conchita (13 de noviembre de 1965). Desde entonces, Conchita ha tenido
locuciones de la Virgen, pero Nuestra Señora no se le ha aparecido más.
Antonio Yagüe, en sus estudios
sobre las apariciones de Garabandal, ha aventurado una posible fecha
para el Aviso: 13 de noviembre de 2016 (dentro de dos años). Sería cinco
meses exactos antes de la fecha en que podría ser el Milagro (13 de
abril de 2017). Ver los vídeos en su canal de YouTube. Se trata de hipótesis muy bien fundamentadas sobre 1) la Sagrada
Escritura, 2) las apariciones marianas (especialmente las de Nuestra
Señora de Guadalupe, en 1531 y de la Virgen de Garabandal, entre 1961 y 1965) y
3) los datos de la Astronomía Sagrada, es decir, la antigua sabiduría de
las estrellas, que llevó a los Magos hasta Belén para adorar al Niño.
Habrá que esperar a que se
desvelen los Planes de Dios tal como Él los ha previsto. Pero, por lo
pronto, mientras llegan esos acontecimientos, este es un buen momento para repasar
con calma lo que sucedió aquel memorable día (13 de noviembre de 1965) en
Garabandal, según lo cuenta la misma Conchita, en un relato que transpira
sencillez y autenticidad.
Escribe Conchita:
“Estando un día en la iglesia,
la Virgen me ha dicho, en una locución, que la vería el 13 de Noviembre en los
Pinos. Me dijo que esta sería una aparición especial para besar objetos
religiosos y repartirlos después, ya que tienen gran importancia.
[Conviene recordar que, más de
una vez, por encargo de la Virgen, Conchita ha dicho que Jesús hará
prodigios mediante los objetos besados por Ella, antes y después del Milagro, y
las personas que usen con fe tales objetos, pasarán en esta vida el purgatorio].
¡Yo estaba con grandes deseos
de que llegase ese día, para volver a ver a quien ha sembrado en mí la
felicidad de Dios! Estaba lloviendo, pero a mí no me importó. Subí a Los Pinos
y llevaba conmigo muchos rosarios que hacía poco me los habían regalado para
repartirlos; y, como me había dicho la Virgen en la locución, los llevé para
que los besara.
Subiendo sola a Los Pinos iba
diciéndome, como muy arrepentida de mis defectos, que no caería más en ellos,
porque me daba apuro presentarme delante de la Madre de Dios sin quitarlos.
Cuando llegué a Los Pinos
empecé a sacar los rosarios que llevaba; y estándolos sacando, oí una voz muy
dulce, la de la Virgen, que se distingue entre todas, y me llamaba por mi
nombre. Yo le he contestado:
— ¿Qué?
Y en ese momento la he visto
con el Niño Jesús en brazos. Venía vestida como siempre y muy sonriente. Yo le
he dicho:
— Ya he venido a traerte los
rosarios para que los beses.
Y Ella me ha dicho.
— Ya lo veo.
Yo traía masticando un chicle,
pero cuando la estaba viendo dejé de masticarlo y lo he puesto en una muela. Y
Ella ha notado que lo traía, y me ha dicho:
— ¿Conchita, por qué no
dejas tu chicle y lo ofreces como un sacrificio por la gloria de mi Hijo?
Y yo con vergüenza, me lo he
sacado y tirado en el suelo.
Después me ha dicho:
— ¿Te acuerdas de lo que te
dije el día de tu santo de que sufrirás mucho en la tierra?, pues te lo vuelvo
a decir. Ten confianza en Nosotros y lo ofrecerás con gusto a Nuestros
Corazones, por el bien de tus hermanos. Porque así estarás más unida a
Nosotros.
Yo le he dicho:
— Que indigna soy, Oh Madre
nuestra, de tantas Gracias recibidas por Vos, y todavía venir hoy a mi para
sobrellevar la pequeña cruz que ahora tengo.
Ella me ha dicho:
— Conchita, no vengo solo
por ti, sino que vengo por todos mis hijos, con el deseo de acercarlos a
Nuestros corazones.
Y me ha pedido:
— Dame, para que pueda
besar todo los que traes.
Y se lo he dado. Llevaba
conmigo una Cruz y la ha besado, y después me ha dicho:
— Pásala por las manos del
Niño Jesús.
Y yo lo he hecho y Él no ha
dicho nada. Yo le he dicho:
— Esta Cruz la llevaré conmigo
al convento.
Pero no me ha dicho nada.
Después de besarlos me ha dicho:
— Mi Hijo, por medio de
este beso que yo he dado aquí, hará prodigios, repártelos a los demás.
Claro, yo así lo haré. Después
de esto me ha pedido le diga las peticiones para los demás, que me habían
encomendado. Y yo se las he hecho. Y me ha dicho:
— Dime, Conchita, dime
cosas de mi hijos, a todos los tengo bajo mi manto.
Yo le he dicho:
— Es muy pequeño, no cabemos
todos.
Ella se ha sonreído.
— ¿Sabes, Conchita, por qué
no he venido yo el 18 de Junio a darte el Mensaje para el mundo? Porque me daba
pena decíroslo yo, pero os lo tengo que decir para bien vuestro y gloria de
Dios si lo cumplís.
[Fue San Miguel Arcángel el
encargado de comunicar el mensaje de la Virgen, el 18 de junio de 1965: «Como
no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del 18 de octubre,
os diré que este es el último. Antes la copa se estaba llenando, ahora está
rebosando. Los Sacerdotes, Obispos y Cardenales van muchos por el camino de la
perdición y con ellos llevan a muchas más almas. La Eucaristía cada vez se le
da menos importancia. Debéis evitar la ira del Buen Dios sobre vosotros con
vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera Él os perdonará. Yo,
vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os
enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra
condenación. Pedidnos sinceramente \ nosotros os lo daremos. Debéis
sacrificaros más, pensad en la Pasión de Jesús»].
Os quiero mucho y deseo
vuestra salvación para reuniros en torno del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. ¿Verdad, Conchita, que tú me responderás?
Y yo le he dicho:
— Si estuviese siempre
viéndote, sí; pero si no, no lo sé, porque soy muy mala.
— Tu pon de tu parte todo y
Nosotros te ayudaremos, como también a mis hijas, Loli, Jacinta y María Cruz.
Ha estado muy poco. También me
dijo:
— Será la última vez que me
veas aquí, pero estaré siempre contigo y con todos mis hijos.
Después añadió:
— Conchita, ¿Por qué no vas
a menudo a visitar a mi Hijo al Santísimo? ¿Por qué te dejas llevar por la
pereza, no yendo a visitarle, cuando Os está esperando de día y de noche?
Como ya he escrito, estaba
lloviendo mucho, y la Virgen y el Niño Jesús no se mojaban nada. Yo, cuando los
estaba viendo no me daba cuenta de que llovía, pero cuando dejé de verlos
estaba mojada.
Yo he dicho:
— ¡Ay, que feliz soy cuando os
veo! ¿Por qué no me llevas contigo ahora?
Y me ha contestado:
— Acuérdate de lo que te
dije el día de tu santo [8 de diciembre]: al presentarte delante de Dios
tienes que mostrarle tus manos llenas de obras hechas por ti en favor de tus
hermanos y para gloria de Dios, y ahora las tienes vacías.
Y nada más. Se ha pasado ese
feliz rato que he pasado con mi Mamá del Cielo y mi Amiga, y con el Niño Jesús.
Los he dejado de ver pero no de sentirlos.
De nuevo han sembrado en mi
ánimo una paz y una alegría y unos grandes deseos de vencer mis defectos para
conseguir amar con todas mis fuerzas, a los Corazones de Jesús y de María, que
tanto nos quieren.
Anteriormente, la Virgen me ha
dicho que Jesús no mandaba el Castigo para hacernos sufrir sino para
reprendernos de que no le hacemos caso y por ayudarnos. Y el Aviso nos lo manda
para purificarnos, para hacernos ver el Milagro con el cual nos muestra
claramente el amor que nos tiene; y por eso el deseo de que cumplamos el
Mensaje”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario