Mañana, en
muchos lugares se celebra la Solemnidad de la Ascensión de Jesús a los
Cielos. Después de haber pasado 40 días con sus discípulos, el Señor se
despide de ellos.
Antes de su
Resurrección, Jesús había dicho a los Apóstoles: “Salí del Padre y he venido
al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre” (Jn 16, 28). La
Ascensión del Señor marca el momento de su retorno al Padre.
Cristo había
resucitado y, en cuanto hombre, tenía la Vida Nueva en Dios. Pero durante los
40 días antes de la Ascensión, aún no había ascendido al Padre de manera
definitiva. Aún no había sido glorificado, a la derecha del Padre.
Mañana
leeremos los últimos versículos del Evangelio de san Marcos:
14 Por
último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en
cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo
habían visto resucitado.
15 Y les
dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
16 El que
crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
17 A los que
crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán
lenguas nuevas,
18 cogerán
serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
19 Después
de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de
Dios.
20 Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba
confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
¿Qué
significa que Jesús esté “sentado a la derecha de Dios”?
Las consecuencias
teológicas de esta afirmación son importantes para los Apóstoles y para
todos nosotros. A partir del día de la Ascensión Jesús está más cerca de
cada uno de nosotros.
Escuchemos la
explicación de Benedicto XVI, en Jesús de Nazaret.
“El Nuevo
Testamento –desde los Hechos de los Apóstoles hasta la Carta a los Hebreos–,
haciendo referencia al Salmo (Sal 110, 1) describe el «lugar» al que
Jesús se ha ido con una nube como un «sentarse» (o estar) a la derecha
de Dios. ¿Qué significa esto? Este modo de hablar no se refiere a un espacio
cósmico lejano, en el que Dios, por decirlo así, habría erigido su trono y
en él habría dado un puesto también a Jesús. Dios no está en un espacio
junto a otros espacios. Dios es Dios. Él es el presupuesto y el fundamento de
toda dimensión espacial existente, pero no forma parte de ella. La relación
de Dios con todo lo que tiene espacio es la del Dios y Creador. Su presencia
no es espacial sino, precisamente, divina. Estar «sentado a la derecha de
Dios» significa participar en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio”.
“En una
disputa con los fariseos, Jesús mismo da al Salmo 110 una nueva interpretación
que ha orientado la comprensión de los cristianos. A la idea del Mesías como
nuevo David con un nuevo reino davídico –idea que hace poco hemos encontrado en
los discípulos–, Él contrapone una visión más grande de Aquel que ha de venir: el
verdadero Mesías no es el hijo de David, sino el Señor de David; no se sienta
sobre el trono de David, sino sobre el trono de Dios (cf. Mt 22, 41-45)”.
“El Jesús que
se despide no va a alguna parte en un astro lejano. Él entra en la comunión
de vida y poder con el Dios viviente, en la situación de superioridad de
Dios sobre todo espacio. Por eso «no se ha marchado», sino que, en virtud del
mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto a nosotros y por
nosotros. En los discursos de despedida en el Evangelio de Juan, Jesús dice
precisamente esto a sus discípulos: «Me voy y vuelvo a vuestro lado» (Jn
14, 28). Aquí está sintetizada maravillosamente la peculiaridad del «irse»
de Jesús, que es al mismo tiempo su «venir», y con eso queda explicado
también el misterio acerca de la cruz, la resurrección y la ascensión.
Su irse es precisamente así un venir, un nuevo modo de cercanía, de
presencia permanente, que Juan pone también en relación con la «alegría»,
de la que antes hemos oído hablar en el Evangelio de Lucas”.
“Puesto que
Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros. Ahora
ya no se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la
«ascensión»; con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo
sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden
invocar en todo lugar y a lo largo de la historia”.
En el
Evangelio de san Lucas, dice el Papa, “a la partida de Jesús precede un
coloquio en el que los discípulos –todavía apegados a sus viejas ideas–
preguntan si acaso no ha llegado el momento de instaurar el reino de Israel”.
“A esta idea
de un reino davídico renovado Jesús contrapone una promesa y una encomienda.
La promesa es que estarán llenos de la fuerza del Espíritu Santo; la encomienda
consiste en que deberán ser sus testigos hasta los confines del mundo”.
“Se rechaza
explícitamente la pregunta acerca del tiempo y del momento. La actitud
de los discípulos no debe ser ni la de hacer conjeturas sobre la historia ni la
de tener fija la mirada en el futuro desconocido. El cristianismo es
presencia: don y tarea; estar contentos por la cercanía interior de Dios y
–fundándose en eso– contribuir activamente a dar testimonio en favor de
Jesucristo”.
Estas últimas
consideraciones de Benedicto XVI nos ayudan a “vivir en presente”, agradeciendo
la cercanía interior de Dios en nuestras vidas y buscando, cada día, que
nuestro testimonio en favor de Cristo (apostolado) sea decidido y constante.
Excelente pintura, pero no trae los datos del autor
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