Mañana, Domingo XV durante el año, la Palabra de Dios nos
habla de ella misma. Con símiles y comparaciones, los profetas, los apóstoles
y, sobre todo, el mismo Jesucristo nos invitan a tratar de comprender el gran
tesoro que Dios nos ha concedido al comunicarnos su Palabra.
Los textos de la Liturgia de la Palabra de este domingo son
los siguientes:
• Is 55, 10-11. La lluvia hace germinar la tierra.
• Sal 64. La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto.
• Rm 8, 18-23. La creación expectante está aguardando la
plena manifestación de los hijos de Dios.
• Mt 13, 1-23. Salió el sembrador a sembrar.
La Palabra germina en el corazón disponible. Como dice un
viejo refrán latino “quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur”. “Lo
que se recibe, se recibe al modo del recipiente”. Es decir, si tenemos buen
vino en el alma, lo que recibamos se transformará en buen vino. Si tenemos
vinagre, se transformará en vinagre.
Esto ocurre especialmente con la Palabra de Dios, que es una
semilla de gran calidad siempre, pero necesita de una buena tierra para que dé
fruto.
Por medio de la palabra, los hombres podemos comunicar a los
demás nuestras
ideas, nuestras opiniones, nuestras experiencias. De esta manera, expresamos lo
que tenemos dentro.
La Palabra de Dios comunica los secretos divinos ocultos en
el misterio de Dios. Dios nos habla, en la Sagrada Escritura, con lenguaje
humano, pero nos comunica su Verdad. Quizá a nosotros nos parece imposible,
pero Él es Omnipotente, y lo puede hacer.
La Palabra es siempre eficaz, poderosa y realiza lo que se
propone. Por una parte tiene un contenido noético, de conocimiento, de Verdad.
Pero también va acompañada de una fuerza, es dinámica y puede mover las
conciencias y las voluntades.
“Ciertamente, la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que un espada de doble filo: penetra hasta la división del alma y del
espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y
pensamientos del corazón” (Heb 4, 12).
La comparación que hace Isaías, en la Primera Lectura, con
la semilla, es muy acertada. Dios, a través de su Palabra en las Escrituras,
pone una semilla de Verdad y Amor en nuestro corazón
A veces no se escucha la Palabra porque los oídos están
cerrados. Ante la Palabra, lo primero que hemos de hacer es mantener una
actitud abierta: ¿qué me quieres decir Señor, a mí, ahora, a través de estas
frases del Evangelio? La Palabra atraviesa el tiempo y la geografía del mundo,
para llegar a nuestros oídos y producir, siempre, un gran bien: ilumina nuestro
entendimiento y mueve nuestro corazón.
La Parábola del Sembrador es una de las parábolas más
hermosas de Jesús. Nos presenta la situación de cuatro tipos de hombres.
Los primeros, que se pueden comparar al terreno duro del
camino, están cerrados a la Palabra y vienen los pájaros, y se la llevan. No
queda nada. No crece nada en el camino duro. Es estéril.
Los segundos, que son como una tierra pedregosa, tienen
cierta apertura a la Palabra, pero son superficiales y la Palabra no puede
crecer, por falta de tierra. ¡Qué daño hace a los hombres la superficialidad,
la falta de interés, la dispersión del corazón en mil cosas, que impide valorar
lo que realmente vale la pena.
Los terceros, a los que Jesús compara con un terreno
sembrado de malas hierbas, son los que escuchan y profundizan en la Palabra,
pero las cosas de este mundo o su soberbia, que es la peor de las hierbas, les
impiden dar fruto. El fruto se agosta por las malas disposiciones del corazón.
Por último, están los que son como la tierra buena y
esponjosa, que da mucho fruto. El mejor ejemplo que tenemos es el de Nuestra
Señora. Ella conservaba la Palabra y la meditaba en su corazón. Es profunda y
reflexiva. Acoge la Palabra con ilusión y deseos de aprender. La recibe como
una perla preciosa de gran valor. Sabe que, por la Palabra, vale la pena dejar
todo lo demás. En definitiva, la Palabra que recibió María es su Hijo,
Jesucristo.
En la Segunda Lectura, San Pablo nos recuerda que los
trabajos que comporta recibir la Palabra, defenderla y buscar que dé fruto en
nosotros y en los demás, no deben descorazonarnos sino estimularnos a esperar
el premio de la gloria.
Ahora, veamos qué nos dicen Jesús y su Madre a través de
Marga, en los Dictados que ella recibe para que los conozcan todos los hombres
de nuestra época (ver sitios sobre
el Tomo Rojo y el Tomo Azul).
Mensaje del 10 de enero de 2002
Jesús:
Amados hermanos, amados míos, escuchad, escuchad la Voz de
Dios. Sabed leer en los acontecimientos los signos de los tiempos, porque Dios
os habla también a través de ellos. No estéis como tontos, oyendo otras voces
del mundo que os llaman sin cesar y vosotros os dejáis llevar gustosos por
ellas. Os llaman, pero a la perdición. Escuchadme a Mí que Yo os llamo para la
Salvación.
Ved, ved y oíd. No seáis como los ciegos que mirando no ven
y los sordos que escuchando no oyen. Ved y oíd, ved y oíd la Palabra de Dios,
el cumplimiento de sus Designios por sus Obras. Ved, ved y oíd.
Escuchad el clamor de las olas rugientes que se abalanzan
sobre vosotros. Es la Gracia de Dios de conversión que lava, lava y arrasa,
como lejía de lavandero, lava y arrasa lo sucio a su paso. Es necesario. Es necesaria
la inundación que arrasa (Nota 1: Es el mar que se desborda con trepidantes
olas y arrasa una ciudad marítima, la inunda y luego vuelve a su cauce y de la
ciudad queda en pie muy poco)
Escucha, escuchad su rugido que de la tierra sale y rompe, y
rasga los edificios con bajos pilares, rompe y destroza partiendo lo que el
Juicio detuvo por su Amor (Nota 2: Es un terremoto que asola una ciudad).
Escuchad, escuchad su Palabra, que como fuego sale de su
boca y aniquila cayendo sobre vosotros, aniquila la perdición y es purificado a
fuego vuestro mundo, como oro en crisol, para que quede en pié sólo lo puro, lo
bueno y santo.
Escuchad: muchos mártires vuelan al cielo cantando con los
Ángeles. Escuchad su fuerte cántico, armonizad con ellos salmos de alabanza
para vuestro Dios. Mirad, esos pequeños son los mártires de la barbarie, por
ellos a vosotros os llega también más condenación, pero ellos son dichosos
conmigo en el Cielo.
Escuchad, ved. Escuchad y ved los signos de los tiempos. Ved
y tened pavor sólo de no estar convertidos a tiempo. Lo demás dejadlo a la
Misericordia de Dios. Él sabe qué hacer. Poneos fielmente en sus manos, que
determinará la suerte a seguir de cada uno de vosotros. ¿Alguno quiere
ofrecerse antes? Si al Padre le ha parecido bien, tomará vuestro ofrecimiento
para la Vida Nueva.
Gustad, gustad y ved. Gustad y ved qué bueno es el Señor que
no quiere que toda la humanidad se pierda y ha dejado para sí un Resto, un
Resto para la salvación. Alimentaos, alimentaos de su savia.
Venid, venid a ver qué bueno es el Señor. Venid. Dejad la
lujuria y la pereza, vuestros pecados capitales y venid, venid Conmigo.
Aquí os dono a vuestro Ángel. Él os conducirá. Tenéis los
vuestros particulares. Tenéis a Miguel. Labrad la batalla dura, cruenta, contra
el Maligno.
Mensaje del 1 de marzo de 2005
Jesús:
Manifestaciones extraordinarias: Es el camino que Yo empleo
para esta Hora, donde casi nadie me escucha ya. Manifestaciones
extraordinarias, porque las ordinarias no las atienden. ¡No me escucháis! No me
escucháis ya.
Os hablo a través de los libros, de las buenas lecturas que
nadie compra.
Os hablo a través de la Biblia, la Palabra de Dios que nadie
lee.
Os hablo a través de la Eucaristía que (casi) nadie recibe
en Gracia.
Os hablo a través de la oración, que nadie hace.
Os hablo a través del silencio, que nadie emplea, a través
de la pobreza y las privaciones voluntarias, que nadie busca.
Y finalmente os hablo a través de mi Madre, a quien ya nadie
acude. ¡¡¿Cómo podréis escucharme?!!
¿Cómo podréis escucharme, oh, cruel generación que matáis a
los profetas? Os envío profetas. Os envío el Don de profecía, que prolifera en
estos Días y al cual no hacéis caso y al cuál perseguís hasta dar muerte.
Os envío mi Espíritu en gran profusión a través de mi
Eucaristía, en las Adoraciones,, en los Sagrarios. ¿Cuántos acudís? ¿Cuántos
acudís a recibirlo?
Me comunico a vosotros en vuestras comuniones, cuerpos a los
que he de entrar con repugnancia, plagados como se encuentran de pecados. Aun
así os hablo, ¿cuántos me escucháis?
Os hablo a través del remordimiento de vuestra vida pasada y
de vuestra vida actual de pecado, ¡oh, cuántos me escucháis!
Aun así os digo Palabras de Amor, Palabras de Cariño... de
las que huis con miedo. Os asusto. Os asusta mi Amor. ¡¿Por qué?!
Decidme, ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Por qué os asusta mi
Amor, el Amor de Yo, que Soy Dios... ¿por qué? Es un Amor Infinito. ¿Por qué
tener miedo? Borrará todas tus culpas, si te arrepientes con corazón sincero.
Ven a Mí. ¡Venid a Mí y lo experimentaréis! Arrepentíos por un solo segundo.
¡Jugad a eso si queréis! ¡Probad a arrepentíos una vez por un solo segundo!
Veréis a mi Espíritu descender sobre vosotros y arrebataros en su Amor
mostrándoos su Belleza, de la que ya no podréis huir, no podréis huir más,
porque os habrá cautivado.
No queréis. Decidme, ¿por qué no queréis? No queréis cambiar
de vida. Es eso. Pero, ¿por qué? ¿No veis cómo vuestra vida actual sólo os trae
sufrimientos? ¿No queréis sufrir en esta hora actual con los santos?
¡Oh...! ¡Se acaba, se acaba el tiempo de salvación! ¡Ya no
quieren ser salvados! ¡Los hombres no quieren ser salvados! Ya no.
¡Padre! ¡Padre! ¡Adelanta esta Hora! ¡Adelántala, pues los
hombres ya no quieren ser salvados! Míralos, ¡no se cogen a mi Mano! No
quieren... Caen en el abismo ¡¿Para qué me sacrifiqué?! ¡¡Para qué mi
Sacrificio!!
Santos. ¡Santos de los Últimos Tiempos! Sabed que en
vosotros pensé en aquella Hora de mi Pasión para tener cumplimiento en ésta de
la Iglesia. Sabed que vuestros sufrimientos de esta Hora me dieron valor para
continuar con la Mía. Que mereció la pena por la Gloria que me dais tan sólo
uno de vosotros. Sabed, en el Cielo llevaréis esta inscripción: «Los Santos de
los Últimos Tiempos» los que supieron sufrir, los que supieron morir en la Hora
de la Pasión de la Iglesia por la salvación de sus hermanos.
Los Santos sobre los que se cebó el último ataque fiero del
Maligno sobre mis hijos. Los Santos sobre los que se derramó el Espíritu Santo
en efusión nunca conocida en el mundo. Son los Santos cuya Pasión es más
semejante a la Mía, porque es una Pasión sobre todo moral. Es una ruptura del
Corazón, es una ruptura interior. Y sobre algunos también exterior.
Pero Yo os digo: Sabed que Dios-Jesús, en su Hora de su
Pasión pensó en vosotros y que por el más insignificante recibió el consuelo,
el grande consuelo para que su Corazón no se rompiera y pudiera seguir hasta el
final. Que por el amor de uno de vosotros, el más insignificante, le mereció la
pena morir. Que fuisteis el Consuelo de Dios-Jesús en esa Hora y lo sois ahora
para toda la Iglesia que agoniza en dolores de parto.
Daréis a Luz la Nueva Generación. La Iglesia no morirá, sino
que, por vosotros, quedará nuevamente constituida. Quedará renovada y su Pasión
llegará a su fin, alcanzando su Resurrección.
Esto es Doctrina de la Iglesia. Esto es Verdad de fe
nuevamente revelada.
No añado nada nuevo. Lo especifico, lo aclaro para esta
Hora.
Atended, escuchad el Don de Profecía, no lo desdeñéis.
Atended, escuchad a mis Profetas. Os hablan. Os hablan
porque si callan estos, gritarán las piedras.
Cuando hayáis matado a todos mis profetas, entonces:
¡¡GRITARÁN LAS PIEDRAS!!
Nota: Se cierra con esa Voz potente de Jesús. Entiendo que
desaparecerá el Don de Profecía y estallará el Reino Nuevo incluso con un
estallido material de la Creación material en pleno. ¡Qué bonito! ¡Qué Mensaje
más precioso! Lo leo ahora y ¡Dios mío! ¡no es exactamente así como me lo has
dicho! Tu Palabra era distinta. Entendía más cosas de las que he puesto. Cfr.
Le 19,40.
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