La Liturgia de la Palabra de estos domingos durante el año
(del XIV al XVII) nos presenta las distintas Parábolas del Reino, que
predicó Jesucristo en Cafarnaúm. Mañana —Domingo XVI durante el año—
escucharemos la Parábola del Trigo y la Cizaña.
Los textos de la Liturgia de la Palabra de este domingo
son los siguientes:
• Sb 12, 13. 16-19. En el pecado das lugar al
arrepentimiento.
• Sal 85. Tú, Señor, eres bueno y clemente.
• Rm 8, 26-27. El Espíritu intercede por nosotros con
gemidos inefables.
• Mt 13, 24-43. Dejadlos crecer juntos hasta la siega.
La realidad del mal en el mundo y, concretamente, del mal
moral (el pecado), nos plantea preguntas que quedan sin resolver del todo,
porque es un misterio: mysterium iniquitatis. También es un gran Misterio
la Paciencia y la Misericordia de Dios ante el pecado.
Sobre esto nos dan pie, las lecturas de este domingo, para
meditar y pedir al Señor luces, de modo que sepamos estar alerta, por
una parte, para no permitir que la cizaña malogre la cosecha del amor de Dios
en nuestras almas y, por otra parte, para que no nos “escandalicemos” de que
existe la cizaña en el mundo, y sepamos que tenemos que convivir con ella
(incluso dentro de nosotros mismos) y ser pacientes —como lo es Dios—, sin
perder por eso la esperanza en el triunfo definitivo de la Verdad y el Amor.
Dios justo es paciente. Cuando constatamos el mal en
el mundo —por ejemplo, las desgracias debidas a fenómenos naturales, o las guerra,
debidas a la maldad del hombre, o las injusticias y discriminaciones…— nos
preguntamos: ¿por qué permite Dios tanto mal? La respuesta está en las lecturas
de hoy.
Dios gobierna con sabiduría y sabe esperar a que el pecador
se convierta (ver la 1ª Lectura).
Por otra parte, da a todos —buenos y malos— la posibilidad de crecer. Él Intervendrá solo al final, aunque
algunos quisieran que interviniera inmediatamente (ver el Evangelio).
La existencia del pecado, nos plantea la necesidad de la
lucha cristiana contra el mal. No contra nuestros hermanos, sino cada uno
contra sí mismo. Es decir, contra todo lo que nos aparta de Dios.
El Señor nos da su gracia para que podamos vencer, pero
nosotros necesitamos poner lo que está de nuestra parte: la lucha, el espíritu
de mortificación y penitencia…; en definitiva, la Cruz de Cristo, que
vence sobre la muerte, sobre el demonio y sobre el pecado.
Esta lucha cristiana es una “lucha contra el mal” y
una “lucha por amor”. Por una parte necesitamos morir al hombre viejo (espíritu
de mortificación): quitar todos los obstáculos que nos impiden vivir en
plenitud las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Por otra parte,
también es necesario convertirnos interiormente, y dirigirnos con todo nuestro
corazón hacia Dios (espíritu de penitencia).
Y todo esto lo podemos practicar en la vida cotidiana.
No es necesario desligarse de los quehaceres diarios de nuestra vida. Ahí nos
espera Dios para que pongamos los medios de santificación, con
perseverancia, diariamente (medios humanos y medios sobrenaturales: la práctica
de las virtudes, la oración, la frecuencia de sacramentos…). La gracia de Dios
nunca nos faltara para que Él lleve a cabo la obra que Él mismo ha comenzado en
nosotros.
En la 2ª Lectura de la Misa, San Pablo nos recuerda, en la
Carta a los Romanos, que la oración cristiana no debe ser impulsiva, sino llevada
por el Espíritu, que tiene la iniciativa, en nuestra santificación, y nos
guía por caminos espirituales.
Ahora, veamos algo de lo que nos dicen Jesús y su Madre,
sobre la lucha contra el pecado, a través de Marga, en los Dictados que ella
recibe para que los conozcamos todos los hombres de nuestra época (ver sitios sobre el Tomo Rojo y el TomoAzul).
En esta ocasión escogemos algunas frases aisladas de los
mensajes:
Jesús (4 ene 1999): Si me amáis, venceréis sobre
vuestros enemigos. Están las huestes prontas a la lucha, esperando su orden,
¿donde está el que debería ser mi Ejército? Ejército del Salvador: disponeos al
combate. La batalla será cruenta. Sólo vencerán los que me amen.
Virgen (13 may 1999): El demonio pretende ahogarme,
pero Yo me he preparado silenciosamente, sin que él lo sepa, un gran Ejército
que mantendré en su lucha hasta el final. ¡¡Y Su Reino vendrá!!
Jesús (15 ago 1999): Por eso os digo: ¡Defendedme!,
defendedme de mis opresores. Luchad por Mí, para que no sea derribado de mi
Trono en la Iglesia, para que los corazones en gracia puedan recibirme.
Virgen (13 sep 1999): Unios y podréis vencerle. Los
hermanos luchan juntos. Sí, esa desunión impide que os fortalezcáis en el
Señor, impide la Gloriosa Venida del Espíritu Santo en plenitud.
San Miguel (3 jun 2000): El Señor ya ha vencido, pero
debe vencer en vosotros. Batalla ganada, aunque aún no ha tenido lugar. Luchad,
luchad hasta el final. Oh, final triunfante, final dichoso, final expectante de
todo el Cielo, de toda la Creación.
Virgen (8 ago 2000): Se acerca el Día de Yahveh y sus
huestes no están preparadas, su Ejército no está en formación de combate.
Rezad, ayunad y disponeos, disponeos en torno a Mí. Formad Conmigo la «Coraza
de Gloria», la Coraza que destruirá al enemigo. Pero antes, hacedle frente.
Está Miguel y estoy Yo. Luchad, prietas las filas, con nosotros. Voy delante,
seguidme. Da ahora la orden del Combate. Centinela, da ahora el aviso. Es el
día, es el tiempo. Disponeos a luchar. Sed valientes, sed fuertes, no
retrocedáis. Yo voy con vosotros, el Señor os protege y os protegerá. San
Miguel ha sido enviado. Coge su espada y ve, ve tras él. Coge mi Arma (el
Rosario) y embate contra el enemigo.
Jesús (25 oct 2000): Luchad, no temáis. Tenéis todo
que ganar, nada que perder. El Todo es la Herencia Eterna, ansiada por los
santos de todos los siglos. El Todo es el Reino Nuevo, del que a alguno os haré
pobladores.
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