Ha
terminado el Tiempo Pascual y hemos
celebrado las Solemnidades de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, que
son como dos grandes joyas de la
Corona del Año Litúrgico. Ahora nos
adentramos de nuevo en el Tiempo Ordinario.
Benedicto
XVI decía que “la crisis de la Iglesia es una crisis de la liturgia”.
Recientemente,
en el epílogo a la edición italiana del libro del Cardenal Robert Sarah, “La fuerza del silencio”, el Papa emérito
apuntaba que “con el cardenal Sarah, maestro del silencio y de la plegaria
interior, la liturgia está en buenas
manos”.
La
liturgia se ejercita particularmente en
los Sacramentos pero, de alguna manera, abarca todo el cosmos, porque a
través de la liturgia damos culto a Dios,
y nuestro culto al Dios Uno y Trino no se limita a la participación en los
Sacramentos de la Iglesia, sino que abraza
toda nuestra vida. Como decía san Josemaría Escrivá de Balaguer, los
bautizados “somos sacerdotes de nuestra propia existencia” porque tenemos el
sacerdocio común de los fieles.
Un
elemento esencial en la acción litúrgica es la importancia de sumergirnos en el silencio de Dios. Así
vivimos intensamente la renovación del Sacrificio de Cristo, que se lleva en los
altares del mundo durante la Santa Misa.
Pero,
además, el silencio es importante a lo
largo de toda nuestra jornada diaria. No se puede se alma contemplativa si
no luchamos por mantener un recogimiento
habitual, si no luchamos contra la dictadura del ruido, que busca alejarnos
de la presencia de Dios.
De todo
esto escribe el Cardenal Sarah en su
último libro, que no tiene desperdicio.
Con
motivo del reinicio del Tiempo Ordinario
en la liturgia de la Iglesia, en estos próximos posts, nos hemos propuesto recoger y, en ocasiones, comentar algunos
textos de “La fuerza del silencio”
(en castellano: Ediciones Palabra, Madrid 2017; en adelante lo citamos
abreviadamente: FS), que nos ayuden a emprender, en nuestra vida ordinaria, el
camino a la santidad.
El Cardenal Robert Sarah nació en Guinea
en 1945. Sacerdote desde 1969, en 1979 fue nombrado arzobispo de Conakri, con
34 años de edad. En 2001 Juan Pablo II lo llamó a la Curia romana, donde
desempeñó sucesivamente dos altos cargos. Benedicto XVI lo creó Cardenal en
2010, y en 2014 Francisco lo nombró Prefecto
de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos.
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El silencio y la oración de los cartujos
El Cardenal Sarah escribió su libro “La
fuerza del silencio” gracias al encuentro
con el hermano cartujo Vincent-Marie, durante la última etapa de su vida.
El hermano Vincent falleció el domingo 10 de
abril de 2016, en la abadía de Lagrasse,
entre Narbona y Carcasona (Sur de Francia), destrozado por una esclerosis
múltiple que le impedía hablar. El Cardenal Sarah llegó ese día al monasterio
para enterrar a su amigo, con quien
jamás pudo conversar. “La amistad del Cardenal Sarah con el hermano
Vincent, nació en el silencio, creció en el silencio y continúa existiendo en
el silencio” (FS, Prólogo de Nicolás Diat, p. 12).
Actualmente el Padre General de la Orden de
los Cartujos es dom Dysmas de Lassus,
y es el n° 74, desde 1084, fecha de la fundación de la Orden por san Bruno de
Colonia.
“El
hermano Vincent-Marie vivía ya en
esta tierra inmerso en el gran silencio del Cielo” (FS, p. 11). Vivía así,
hasta el día de su muerte. “Después de tantas pruebas, el final del camino fue
apacible. Los rayos del paraíso atravesaron sin ruido las ventanas de su
habitación” (FS, p. 12).
Las tumbas de los cartujos ocupan el centro
del claustro. No tienen nombre, ni fecha ni palabras de recuerdo. Cruces de
piedra para los generales y de madera para los padres y hermanos. Se les
entierra en la tierra, sin ataúd, sin
lápida. No hay señal distintiva que recuerde una existencia propia. Desde
1084 los cartujos no quieren dejar ninguna huella. Su lema muestra con gran
claridad que lo único importante en la Cruz de Cristo: Stat crux dum volvitur orbis. “Mientras el mundo da vueltas, la
Cruz permanece firme” (FS, p. 18-19).
Dios acoge especialmente los oficios nocturnos de los cartujos, que
se llevan a cabo desde las 12:15 a las 2:30 am. “La vigilia es la luz de la
conciencia, exalta la mente y concentra
el pensamiento. A través de ella el intelecto levanta vuelo y fija la
mirada sobre las realidades espirituales mientras, rejuveneciendo gracias a la
oración, brilla de esplendor” (FS, p. 18).
Aunque el libro del Cardenal Sarah se
inspire en el silencio de los cartujos, todo él está pensado para ayudarnos a los cristianos que vivimos
en medio del mundo: también nosotros necesitamos imperiosamente del
silencio, como medio para encontrar a Dios en nuestra vida ordinaria.
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