Jesús y su Madre no cesan de advertirnos
que hemos de prepararnos para la Gran Batalla. Pero también sus palabras están
llenas de consuelo. Nos piden que no temamos nada. No hay nada que temer. El
Señor está junto a nosotros en el combate. Podemos poner toda nuestra confianza
en Él y en nuestra Madre.
La Iglesia triunfante (fachada de la catedral de Notre Dame, Paris) |
─ La Virgen a Marga (20 ene 2003)
Y cuando todos han huido de los campos
de batalla, han dejado la siega, han dimitido de sus funciones, han dejado
sus puestos y han sido ocupados por el mal, he aquí que Yo me he procurado
un diminuto pero potente ejército de lucha contra el Malo, de contrafuerte
para la Iglesia, de caudal abierto, de río suave y ligero pero firme y poderoso
de corriente de Amor que comunique el Amor a todos los pueblos.
No dimitáis, no desertéis, no dejéis vosotros vuestras funciones, porque he aquí que uno de
vosotros tiene que hacer las veces de 1.000, porque han sido 1.000 los que han
desertado de sus puestos.
Yo os he dicho a cada uno: nada que
temer, nada por lo que temblar. ¡Yo os espero al final del Camino para
daros mi abrazo de Amor! ¡Venid! ¡Venid Conmigo! ¡¡Venid a reinar Conmigo!!
Amén.
─ La Virgen a Marga (20 ene 2003)
Haceos fuertes en mi Corazón contra la
guerra del corazón humano, que no se ha podido formar adecuadamente. Es
infantil, y ahora se enfrenta a batallas de adulto ducho. Pero todo lo podrá
Conmigo, si antes se ha hecho fuerte en mi Corazón. Mi Corazón tiene poder
para reavivar el débil, resucitar al muerto, mi Corazón tiene todos los
Poderes de Dios. Venid a Él y sentiréis que mi Fuerza os llena y os hace
capaces de superar las más grandes batallas con éxito, renunciar hasta lo que
creíais más preciado para vosotros y se encuentra más apegado a vuestra piel.
Porque Conmigo todo es posible. ¡Venid y lo veréis!
Venid, venid a morar Conmigo, y recibiréis
de mis Fuentes el Agua de Vida eterna que os haga aspirar ante todo por los
bienes celestiales, dejando a un lado los materiales. ¡Venid y lo veréis!
¡Venid y lo experimentaréis!
Y nadie podrá decir jamás que se enfrentó a
esta batalla ingente, solo, abandonado de la Mano de Dios, nadie lo podrá decir
jamás. Porque a mis siervos les infundí un espíritu de hijos, que les
hizo gritar: «¡Abba!», ¡Padre!, y jamás volvieron a sentirse nunca solos,
jamás huérfanos. Porque el Hijo se revela en esta hora de la historia con más
fuerza y es más fuerte el Poder de su Espíritu porque es más fuerte el poder
del mal. Y Él no deja a los suyos sin asistencia, jamás retira su
Espíritu.
Venid a cogerlo para sentiros fuertes, con
la fuerza que da Dios, y poder haceros así ¡triunfadores de vuestros enemigos!,
¡mensajeros del Amor!
─ Jesús a Marga (7 jul 2003)
Estad alerta, estad alerta y vigilad,
porque no sabéis el día ni la hora.
Los infieles contra los fieles, haciéndoles
la guerra. Y los fieles defendiéndose, con las uñas y los dientes, ¡y
atacando, contraatacando!
¿No veis que se os gana por todos los
flancos? ¡Por ése y por ése otro lado! Acudid a custodiar y defender todos
los flancos: La familia, la patria, la vida, el amor, el dolor, la labor...
¡defendedme! Y acudid a custodiar todos los flancos. La religiosidad. La
Eucaristía.
Existe la guerra entre vosotros. Y cuanto
más fieles, más os harán la guerra los infieles. Pero recordad que los infieles
no saben que lo son. Una de las características de los infieles es no
reconocerse pecador. Ver bondad en todos sus actos porque descubren en
ellos la semilla de Creador, y no se dan cuenta que el bien no es una «opción
de vida» sino la decisión permanente por él.
«Pondré enemistad entre ti y la Mujer,
entre tu estirpe y la suya. Ella te herirá en la cabeza y tú acecharás su
calcañar».
«Arcángel San Miguel, defiéndenos en la
Batalla». Estáis en la Batalla. Ésta es la Batalla. Su estirpe está
acechándoos continuamente intentando heriros, pero si estáis en los Brazos
de la Mujer, sabed que Ella ha vencido al Maligno y lo continúa
haciendo ahora en sus hijos, así que, no temáis. No temáis y permaneced
fieles.
La fidelidad es lo que vence a la
infidelidad.
─ La Virgen a Marga (15 ago 2003) [volvemos, por su importancia, a reproducir este mensaje]
Mirad, hijos, os llamo ahora, urgentemente,
porque se está llevando a cabo una masacre ¡una masacre en mis filas! Y yo
tengo el rostro serio y grave. Una masacre. ¡Miradles! Todos vuestros hermanos
muriendo, muriendo y muriendo...
Hay muchas muertes en el campo de batalla. Aunque
todo esté aparentemente tranquilo. Aunque vosotros aquí estéis como en un
remanso de paz, allá, en el campo de batalla, muchos de los míos están
pereciendo a manos de sus enemigos. ¡Sí! ¡Los míos! Hija, se diezma mi
Ejército.
El estandarte de vuestra salvación es la
Eucaristía. Aquel que porte la Eucaristía, que sea persona eucarística,
hará retroceder a las hordas del Maligno.
Sed Eucaristía. Yo también era Eucaristía.
Imitadme.
Nota (1) La Virgen se me aparece como una gran
Mujer que viene del Campo de Batalla de atender a los suyos. Está cansada.
Ha hecho una parada para venir a contarme esto. Es como si nosotros
estuviéramos ajenos a una gran guerra que está ocurriendo a nuestro
alrededor. Como si estuviéramos en un remanso de paz, y afuera todo es
violencia. La Virgen viene a decírnoslo. Y a requerir nuestra ayuda. Allá
afuera se necesita gente. El ejército del mal va diezmando la población. Oigo
aves, gritos, ruido de cruel matanza. Puedo sentir cómo están matando a los
nuestros. La Virgen ha entrado y se ha apoyado descansando, aunque sigue de
pie. Estoy en una tienda de campaña y la tela que hace de puerta se ha
corrido y puedo ver un poco de la batalla. La Virgen no está radiante sino
que está cansada, y sus ropas no rotas pero sí como de alguien que viene de
trabajar y moverse mucho. Tengo que salir de la tienda pues me están
llamando con premura. Entonces veo como un caballo sin jinete que me está
esperando. Subo y cojo un estandarte ante el cual, los enemigos se abajan hasta
el suelo, inclinan la cabeza. El estandarte es la Eucaristía.
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