Hoy es un día
muy especial: el 53° aniversario del “milagruco”. El 18 de julio
de 1962 estuvimos en Garabandal varios miembros de nuestra familia (papá y mamá,
q.e.p.d; y varios hermanos: los cuatro mayores, de 13, 12, 11 y 9 años de edad).
Estuvimos esperando pacientemente durante todo el día (desde muy temprano),
pues Conchita había anunciado, con varios meses de antelación, que ese día
recibiría la Comunión de manos de San Miguel Arcángel. Era una prueba que
quería dar la Virgen, de que era verdad que se aparecía Ella a las niñas de
Garabandal.
Como sabemos,
la niñas recibían con frecuencia la Comunión, que les traía San Miguel de algún
Sagrario del mundo. Les traía formas consagradas por sacerdotes. Pero
esas formas eran invisibles. La gente veía que las niñas abrían la boca y
sacaban un poco la lengua, pero no se veía la forma consagrada. El día 18 de
julio (en realidad ya era el día 19, hacia la una de la madrugada) sí se vio
la forma blanca en la lengua de Conchita. La pudimos ver un buen grupo de
personas (las que estuvimos ahí presentes haciendo varios círculos alrededor de
la niña.
Algunos
afirman que vieron la lengua vacía y, de pronto, aparecer la forma. Nosotros
(los de nuestra familia) sólo vimos ya la forma en la lengua, que permaneció
ahí algunos segundos (no sabría decir cuántos: no fue un tiempo largo).
Después, Conchita cerró los labios y se quedó recogida, en oración,
durante algunos minutos. Pasó aquel tiempo en el que todos guardábamos un
respetuoso silencio, acompañando a la presencia eucarística de Jesús en
Conchita. Luego continúo el éxtasis: ella se levantó y siguió caminando por las
callejas del pueblo un buen rato más.
El “milagruco”
no fue un milagro espectacular. Realmente, es necesario creer en la verdad de
las apariciones para apreciar lo que ocurrió en Garabandal ese día como un
gran don de Dios. No fue un “milagro” de los que manifiestan patentemente
un orden preternatural (más allá de las leyes de la naturaleza) porque, como
algunos que no creen afirman, la niña pudo haber tomado una forma en su casa,
guardarla en la boca, y uno o dos minutos después pudo haber simulado la
Comunión recibida del ángel. Es decir, no se puede “probar científicamente” (sólo
racionalmente) que aquello fue un milagro. Pero si creemos en las apariciones,
en la sencillez de Conchita, en su sinceridad y rectitud (que se podían
comprobar, moralmente, en cuanto se la trataba un poco), entonces, todo aquello
resultaba claramente sobrenatural y milagroso. Para creer en las apariciones de
Garabandal hace falta tener una disposición abierta y sensible a
las intervenciones de Dios en nuestra vida.
Nosotros,
todos, estuvimos convencidos de que aquello fue algo de Dios. Era parte
de lo que ya habíamos tenido la oportunidad de ver en aquel pueblo apartado del
mundo en las ocasiones en que, anteriormente, habíamos estado ahí, presenciando
los éxtasis de las niñas y hablando con ellas cuando estaban es sus casas,
siendo chicas totalmente normales.
Siempre hemos
dicho que no puede caber en la cabeza de una persona sensata que todo lo que
sucedió en Garabandal, entre los años 1961 a 1965 haya sido un montaje, o fruto
de una sugestión colectiva, o ─lo que es todavía más absurdo─ obra de Satanás.
Para una
persona con un mínimo de fe y con sentido común, es claro que aquello fue
obra de Dios. Todos los elementos concurren a afirmar esto. Además, están
los cientos de testigos que podemos hablar de lo que vimos, porque estuvimos
ahí.
Esto explica
que algunos santos contemporáneos (principalmente el Padre Pío de Pietrelcina
y la Madre Teresa de Calcuta) hayan creído en Garabandal y lo hayan
manifestado abiertamente.
Es verdad que
aún los Pastores de la Iglesia no emiten su juicio definitivo. Todo está
en estudio, y pueden tardar años antes de que se aprueben esas apariciones.
Pero esto es algo con lo que tenemos que contar, pues la Iglesia es muy
prudente en estos temas.
Lo importante
es que no olvidemos los dos mensajes de Garabandal, que resumen con
breves conceptos lo que la Virgen nos pide en estos momentos de la historia de
la humanidad. Y que tengamos también presente lo que Nuestra Señora confió, repetidamente, a las niñas sobre la necesidad
de prepararnos para el Aviso, el Milagro y el Castigo. No sabemos cuándo
tendrán lugar esos acontecimientos, pero sabemos al menos que los dos primeros
tendrán lugar en vida de Conchita (ahora tiene 66 años de edad), pues ella
tendrá que decir la fecha del Milagro (que ya conoce, pero no ha dicho a nadie)
ocho días antes.
Algunos, como
Antonio Yagüe (ver su página de internet y su canal de YouTube),
han formulado hipótesis, muy bien fundamentadas (en la Sagrada Escritura,
Apariciones Marianas, Astronomía Sagrada, Profecías de santos, Hechos
históricos, Reflexiones y Oración), que apuntan a que esos eventos están ya a
la vuelta de la esquina: el primero ─el Aviso─ podría ser en torno al 13 de
noviembre del 2016.
Todos los
que, de alguna manera, creemos en las apariciones de Garabandal (ya se sabe que
no es propiamente una fe teologal, como la necesaria para creer en las Verdades
de Fe), estamos a la espera, con la “expectación de los hijos de Dios” de la
que habla san Pablo en Rom 18, 18-20: “Pues considero que los sufrimientos
de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos
ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar
ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue
sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la
sometió, en la esperanza”.
Sí, es tiempo
de esperanza, y también tiempo de lucha. Cada vez necesitaremos más
fortaleza y fidelidad para perseverar en la fe hasta el final. Pero tenemos a Jesús en la Eucaristía, a quien hemos de adorar y amar cada vez más. Y también tenemos, junto a nosotros, a María, que nunca nos dejará solos. Ha venido al mundo en los
últimos tiempos para consolarnos y asegurarnos que podemos contar con su protección
maternal. Nos acogemos a Ella, bajo la advocación de Nuestra Señora del
Carmen (16 de julio), que es como se apareció hace más de 50 años en San Sebastián
de Garabandal.
Merece la
pena recordar los dos principales mensajes que se dieron en Garabandal.
En el primero,
la Virgen dijo: «Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Tenemos
que visitar al Santísimo con frecuencia. Pero antes tenemos que ser muy buenos.
Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no
cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande» (18 de octubre de 1961).
Cuatro años
más tarde, el Arcángel San Miguel daba el segundo mensaje, de parte de
María: «Como no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del
18 de octubre, os diré que este es el último. Antes la copa se estaba llenando,
ahora está rebosando. Los sacerdotes van muchos por el camino de la perdición y
con ellos llevan a muchas más almas. La Eucaristía cada vez se le da menos
importancia. Debemos evitar la ira de Dios sobre nosotros con nuestros
esfuerzos. Si le pedís perdón con vuestras almas sinceras Él os perdonará. Yo,
vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os
enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra
condenación. Pedidnos sinceramente, y Nosotros os lo daremos. Debéis
sacrificaros más. Pensad en la Pasión de Jesús» (18 de junio de 1965).
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