En el Domingo XXVI durante el año, que
celebraremos mañana, la Iglesia nos recuerda que los deseos de conversión deben
traducirse en obras de fidelidad. Hoy, en Madrid, será beatificado Mons.
Álvaro del Portillo, primer sucesor, como Prelado del Opus Dei, de San Josemaría
Escrivá de Balaguer, y ejemplo de sacerdote fidelísimo a la vocación y
misión recibidas.
Estas son las Lecturas de la Misa:
• Ez 18, 25-28. Cuando el malvado se convierta de su
maldad, salvará su vida.
• Sal 24. Recuerda, Señor, que tu misericordia es
eterna.
• Flp 2, 1-11. Tened entre vosotros los sentimientos
propios de Cristo Jesús.
• Mt 21, 28-32. Recapacitó y fue.
Si el malvado, dice el profeta Ezequiel, se convierte de sus
malas acciones y obra el bien, no morirá, sino que vivirá.
Todo comienza por los deseos de conversión. Pero, si
son sinceros, se manifestarán en las obras buenas. El hombre saca del tesoro
de su corazón todo lo bueno. Podemos conocer a un árbol bueno si da frutos
buenos. Son enseñanzas de Cristo (ver Primera Lectura).
No es suficiente tener buenas intenciones, se precisan las
obras. La palabra de Dios afirma que el desorden moral lleva al hombre a la
ruina. No es suficiente, en orden a la salvación, una adhesión puramente
verbal, sino que es necesaria una actitud coherente, encarnada y
verificada en la acción.
Pablo traza un plan de actitudes para tener los mismos
sentimientos de Cristo, que le llevan a obedecer a su Padre y morir en la
Cruz por amor (ver Segunda Lectura).
En la Iglesia el sí en palabras y acciones tiene valor de
vida eterna (ver Evangelio).
Hoy, en Madrid, el Cardenal Angelo Amato presidirá la
ceremonia de Beatificación de Mons. Álvaro del Portillo, primer sucesor
del fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Se pueden aplicar a él las palabras de la Sagrada Escritura:
“Vir fidelis multum laudabitur” (Prov 28, 20). “El varón fiel será
grandemente alabado”.
Así comienza el Decreto de la Congregación de las Causas
de los Santos (28 de junio de 2012) que daba paso libre a su beatificación.
Reproducimos a continuación, algunos párrafos del mismo, porque nos parece que
es un gran motivo de acción de gracias, tener en el Cielo, un intercesor
como don Álvaro.
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“Vir
fidelis multum laudabitur (Prov 28, 20). Estas palabras de la Escritura manifiestan
la virtud más característica del Obispo Álvaro del Portillo: la fidelidad.
Fidelidad indiscutible, sobre todo, a Dios en el cumplimiento pronto y
generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al
sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada
circunstancia de la vida.
«La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor»,
ha dicho el Papa Benedicto XVI (Homilía en Fátima, 12-V-2010). El Siervo
de Dios ha sido ejemplo de caridad y de fidelidad para todos los
cristianos. Encarnó plena, ejemplar e íntegramente sin retazos ni excepciones,
el espíritu del Opus Dei, que llama a los cristianos a buscar la plenitud del
amor a Dios y al prójimo a través de los deberes ordinarios que forman la
trama de nuestras jornadas. «Santificar el trabajo, santificarse en el
trabajo, santificar a los demás con el trabajo»: se puede decir que esta es la
descripción más exacta de la intensísima actividad desplegada por el Siervo de
Dios primero como ingeniero, después en el ministerio sacerdotal y,
finalmente, como Obispo. Prodigó sus energías en todas las tareas que
realizó, convencido de que cada una constituía un instrumento con el que podía
colaborar en la misión salvífica de la Iglesia.
El Siervo de Dios nació en Madrid, el 11 de marzo de 1914,
tercero de ocho hijos en un hogar cristiano. Fue doctor en ingeniería de
caminos, en historia, y en derecho canónico. En 1935, a los 21 años, pidió la
admisión en el Opus Dei. Pronto fue el colaborador más estrecho de San
Josemaría. El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote y desde
entonces se entregó con generosidad al ejercicio del ministerio sagrado. El
mismo día de su ordenación, el Fundador lo eligió como confesor. En 1946 se
estableció en Roma para ayudar a San Josemaría en el gobierno y en la expansión
del Opus Dei (…).
El 15 de septiembre de 1975 fue elegido primer sucesor de
San Josemaría al frente del Opus Dei. La continuidad en la aplicación de
las enseñanzas del Fundador fue el punto central de su programa de gobierno, y
puso todos los medios para alcanzar un objetivo especialmente preparado por San
Josemaría: la configuración canónica adecuada al carisma fundacional del Opus
Dei, que se obtuvo el 28 de noviembre de 1982, cuando el Beato Juan Pablo II
erigió el Opus Dei como Prelatura personal y nombró Prelado a Álvaro del
Portillo. El 6 de enero de 1991 recibió la ordenación episcopal de manos
del Papa. En la madrugada del 23 de marzo de 1994, apenas unas horas después
de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, el Señor lo llamó a Sí.
Ese mismo día, el Beato Juan Pablo II acudió a rezar ante los restos
mortales del Siervo de Dios y, tras orar en silencio, recitó en voz alta la
Salve Regina.
La actividad de Álvaro del Portillo en el gobierno del Opus
Dei se caracterizó también por el celo pastoral, encaminado a la expansión de
los apostolados de los fieles de la Prelatura al servicio de la Iglesia. Durante
los 19 años que dirigió la Obra, se comenzó la labor apostólica estable en 20
nuevos países (…).
La dedicación del Siervo de Dios al cumplimiento de la
misión que había recibido estaba radicada en un profundo sentido de la
filiación divina, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un
abandono confiado a la voluntad del Padre, lleno de amor por el Espíritu Santo,
constantemente inmerso en la oración, fortificado por la Eucaristía y por una
tierna devoción a la Santísima Virgen María.
Dio pruebas de heroísmo en el modo como afrontó las
enfermedades –en las que veía la Cruz de Cristo–, el periodo que
transcurrió en la cárcel durante la persecución religiosa en España (1936-1939)
y los ataques que sufrió por su fidelidad a la Iglesia. Era hombre de
profunda bondad y afabilidad, capaz de transmitir paz y serenidad a las almas.
Nadie recuerda un gesto poco amable de su parte, el menor movimiento de
impaciencia ante las contrariedades, una palabra de crítica o de protesta por
alguna dificultad: había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los
perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una
sonrisa y con cristiana comprensión.
Su amor a la Iglesia se manifestaba en la plena comunión
con el Romano Pontífice y los Obispos: fue un hijo fidelísimo del Papa, con
una adhesión indiscutida a su persona y a su magisterio. Su vivísima solicitud
por los fieles del Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la
alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente deseo de conquistar almas
para Cristo –reflejado en su lema episcopal: Regnare Christum volumus!–
son aspectos que se unen para componer su retrato de Pastor (…).
El Sumo Pontífice Benedicto XVI, después de haber
recibido del infrascrito Cardenal Prefecto una relación diligente de todo lo
que se acaba de exponer, acogiendo y ratificando los pareceres de la
Congregación de las Causas de los Santos, en fecha de hoy ha declarado
solemnemente: Constan las virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y la
Caridad, tanto hacia Dios como hacia el prójimo, así como las virtudes
cardinales de la Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza, con las otras
anejas, en grado heroico, y la fama de santidad del Siervo de Dios Álvaro del
Portillo y Diez de Sollano, Obispo titular de Vita, Prelado de la Prelatura
personal de la Santa Cruz y Opus Dei, en el caso y para los efectos de que se
trata.
El Santo Padre ha dispuesto que este Decreto sea hecho
público y se incluya en las Actas de la Congregación de las Causas de los
Santos”.
Dado en Roma, el 28 de junio de 2012.
Angelus
Card. Amato, S.D.B.
Prefecto
L. + S.
+ Marcellus Bartolucci
Arzobispo titular de Bevagna
Secretario
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