sábado, 27 de septiembre de 2014

Beatificación de Don Álvaro del Portillo

En el Domingo XXVI durante el año, que celebraremos mañana, la Iglesia nos recuerda que los deseos de conversión deben traducirse en obras de fidelidad. Hoy, en Madrid, será beatificado Mons. Álvaro del Portillo, primer sucesor, como Prelado del Opus Dei, de San Josemaría Escrivá de Balaguer, y ejemplo de sacerdote fidelísimo a la vocación y misión recibidas.


Estas son las Lecturas de la Misa:

Ez 18, 25-28. Cuando el malvado se convierta de su maldad, salvará su vida.
Sal 24. Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Flp 2, 1-11. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mt 21, 28-32. Recapacitó y fue.

Si el malvado, dice el profeta Ezequiel, se convierte de sus malas acciones y obra el bien, no morirá, sino que vivirá.

Todo comienza por los deseos de conversión. Pero, si son sinceros, se manifestarán en las obras buenas. El hombre saca del tesoro de su corazón todo lo bueno. Podemos conocer a un árbol bueno si da frutos buenos. Son enseñanzas de Cristo (ver Primera Lectura).

No es suficiente tener buenas intenciones, se precisan las obras. La palabra de Dios afirma que el desorden moral lleva al hombre a la ruina. No es suficiente, en orden a la salvación, una adhesión puramente verbal, sino que es necesaria una actitud coherente, encarnada y verificada en la acción.

Pablo traza un plan de actitudes para tener los mismos sentimientos de Cristo, que le llevan a obedecer a su Padre y morir en la Cruz por amor (ver Segunda Lectura).

En la Iglesia el sí en palabras y acciones tiene valor de vida eterna (ver Evangelio).

Hoy, en Madrid, el Cardenal Angelo Amato presidirá la ceremonia de Beatificación de Mons. Álvaro del Portillo, primer sucesor del fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Se pueden aplicar a él las palabras de la Sagrada Escritura: “Vir fidelis multum laudabitur” (Prov 28, 20). “El varón fiel será grandemente alabado”.

Así comienza el Decreto de la Congregación de las Causas de los Santos (28 de junio de 2012) que daba paso libre a su beatificación. Reproducimos a continuación, algunos párrafos del mismo, porque nos parece que es un gran motivo de acción de gracias, tener en el Cielo, un intercesor como don Álvaro.  

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Vir fidelis multum laudabitur (Prov 28, 20). Estas palabras de la Escritura manifiestan la virtud más característica del Obispo Álvaro del Portillo: la fidelidad. Fidelidad indiscutible, sobre todo, a Dios en el cumplimiento pronto y generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada circunstancia de la vida.

«La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor», ha dicho el Papa Benedicto XVI (Homilía en Fátima, 12-V-2010). El Siervo de Dios ha sido ejemplo de caridad y de fidelidad para todos los cristianos. Encarnó plena, ejemplar e íntegramente sin retazos ni excepciones, el espíritu del Opus Dei, que llama a los cristianos a buscar la plenitud del amor a Dios y al prójimo a través de los deberes ordinarios que forman la trama de nuestras jornadas. «Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo»: se puede decir que esta es la descripción más exacta de la intensísima actividad desplegada por el Siervo de Dios primero como ingeniero, después en el ministerio sacerdotal y, finalmente, como Obispo. Prodigó sus energías en todas las tareas que realizó, convencido de que cada una constituía un instrumento con el que podía colaborar en la misión salvífica de la Iglesia.

El Siervo de Dios nació en Madrid, el 11 de marzo de 1914, tercero de ocho hijos en un hogar cristiano. Fue doctor en ingeniería de caminos, en historia, y en derecho canónico. En 1935, a los 21 años, pidió la admisión en el Opus Dei. Pronto fue el colaborador más estrecho de San Josemaría. El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote y desde entonces se entregó con generosidad al ejercicio del ministerio sagrado. El mismo día de su ordenación, el Fundador lo eligió como confesor. En 1946 se estableció en Roma para ayudar a San Josemaría en el gobierno y en la expansión del Opus Dei (…).

El 15 de septiembre de 1975 fue elegido primer sucesor de San Josemaría al frente del Opus Dei. La continuidad en la aplicación de las enseñanzas del Fundador fue el punto central de su programa de gobierno, y puso todos los medios para alcanzar un objetivo especialmente preparado por San Josemaría: la configuración canónica adecuada al carisma fundacional del Opus Dei, que se obtuvo el 28 de noviembre de 1982, cuando el Beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei como Prelatura personal y nombró Prelado a Álvaro del Portillo. El 6 de enero de 1991 recibió la ordenación episcopal de manos del Papa. En la madrugada del 23 de marzo de 1994, apenas unas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, el Señor lo llamó a Sí. Ese mismo día, el Beato Juan Pablo II acudió a rezar ante los restos mortales del Siervo de Dios y, tras orar en silencio, recitó en voz alta la Salve Regina.

La actividad de Álvaro del Portillo en el gobierno del Opus Dei se caracterizó también por el celo pastoral, encaminado a la expansión de los apostolados de los fieles de la Prelatura al servicio de la Iglesia. Durante los 19 años que dirigió la Obra, se comenzó la labor apostólica estable en 20 nuevos países (…).

La dedicación del Siervo de Dios al cumplimiento de la misión que había recibido estaba radicada en un profundo sentido de la filiación divina, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad del Padre, lleno de amor por el Espíritu Santo, constantemente inmerso en la oración, fortificado por la Eucaristía y por una tierna devoción a la Santísima Virgen María.

Dio pruebas de heroísmo en el modo como afrontó las enfermedades –en las que veía la Cruz de Cristo–, el periodo que transcurrió en la cárcel durante la persecución religiosa en España (1936-1939) y los ataques que sufrió por su fidelidad a la Iglesia. Era hombre de profunda bondad y afabilidad, capaz de transmitir paz y serenidad a las almas. Nadie recuerda un gesto poco amable de su parte, el menor movimiento de impaciencia ante las contrariedades, una palabra de crítica o de protesta por alguna dificultad: había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una sonrisa y con cristiana comprensión.

Su amor a la Iglesia se manifestaba en la plena comunión con el Romano Pontífice y los Obispos: fue un hijo fidelísimo del Papa, con una adhesión indiscutida a su persona y a su magisterio. Su vivísima solicitud por los fieles del Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente deseo de conquistar almas para Cristo –reflejado en su lema episcopal: Regnare Christum volumus!– son aspectos que se unen para componer su retrato de Pastor (…).

El Sumo Pontífice Benedicto XVI, después de haber recibido del infrascrito Cardenal Prefecto una relación diligente de todo lo que se acaba de exponer, acogiendo y ratificando los pareceres de la Congregación de las Causas de los Santos, en fecha de hoy ha declarado solemnemente: Constan las virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad, tanto hacia Dios como hacia el prójimo, así como las virtudes cardinales de la Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza, con las otras anejas, en grado heroico, y la fama de santidad del Siervo de Dios Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, Obispo titular de Vita, Prelado de la Prelatura personal de la Santa Cruz y Opus Dei, en el caso y para los efectos de que se trata.

El Santo Padre ha dispuesto que este Decreto sea hecho público y se incluya en las Actas de la Congregación de las Causas de los Santos”.

Dado en Roma, el 28 de junio de 2012.
Angelus Card. Amato, S.D.B.
Prefecto
L. + S.
+ Marcellus Bartolucci
Arzobispo titular de Bevagna
Secretario

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