sábado, 21 de diciembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (12)


En este último post sobre “Vivir en la Voluntad”, terminamos de estudiar el tema en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Lo hemos analizado en Camino y en el estudio complexivo de E. Burkhart y J. López.     

Antoniazzo Romano. Natividad con los santos Lorenzo y Andrés (1480-1485)

En esta ocasión continuamos con la última parte del apartado “Amar a Dios y cumplir su voluntad” (cfr. E. Burkhard y J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual, 1ª Parte, 2° Capítulo, 2° Apartado). Efectivamente, los autores de este estudio, después de analizar en qué consiste “amar a Dios” (amar su Voluntad) dedican una segunda parte a estudiar qué significa “cumplir su Voluntad”.

El comentario a las palabras del Señor: "No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21), es el siguiente:

“Tu clamar "¡Señor!, ¡Señor!" ha de ir unido, de mil formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la Voluntad de Dios” (Forja, 358).

En el estudio de E. Burkhard y J. López, se desarrolla este tema en dos secciones tituladas: 1ª) “Obras son amores” y 2ª) “Descubrir y realizar la Voluntad de Dios”.

San Josemaría con frecuencia se refería al siguiente texto de San Juan: "No amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad" (1 Jn 3, 18). Además, en un momento de su vida, cuando era Rector del Patronato de Santa Isabel, en Madrid, e iba a dar la Comunión a las religiosas del convento anejo, tuvo una locución intelectual en la que el Señor le decía (como respuesta a lo que expresaba en su interior: “te amo más que estas”): “Obras son amores, y no buenas razones”. Es decir, los buenos deseos se han de traducir en obras concretas de amor.   

Pero “cumplir la Voluntad de Dios” requiere hacer aquello “por amor de Dios”. “No está la santidad en el mucho hacer, sino en el amar mucho” (Amigos de Dios, 6).

“El cumplimiento glorificador de la Voluntad divina comprende, pues, dos aspectos: por una parte, querer la Voluntad de Dios "sea la que sea", por amor suyo, como ya se ha comentado; y por otra, querer cumplir la Voluntad de Dios "concretamente manifestada a cada uno", poniendo los medios para realizarla. Estas dos aspiraciones han de ir siempre unidas en quien quiera dar gloria a Dios” (Vida cotidiana, o.c).

Los autores clásicos llaman a estos dos aspectos de la Voluntad de Dios: 1) Voluntad de beneplácito o abandono en la Providencia, y 2) Voluntad significada (querer lo que Dios me manifiesta y quiere para mí).

“Para dar gloria a Dios es preciso querer cumplir su Voluntad significada por amor a su Voluntad de beneplácito. Por ejemplo, para dar gloria a Dios es necesario "cumplir los mandamientos" (Voluntad significada), pero "cumplirlos por amor", porque se quiere la Voluntad divina (de beneplácito), sea la que sea, y no simplemente porque son unas buenas "reglas de conducta", o por miedo a las consecuencias negativas, o por otro motivo solamente humano” (Vida cotidiana, o.c).

Se trata, por lo tanto, de cumplir la Voluntad de Dios como hijos, y no como esclavos (cfr. mensajes recibidos por Luisa Piccarreta).

“El cumplimiento de la Voluntad divina como acto de amor es la conducta propia de un hijo de Dios, radicalmente distinta de la de un esclavo que cumple lo que le manda su señor, por temor al castigo. San Pablo hace ver esta diferencia cuando escribe: "No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, en virtud del cual clamamos: Abbá, ¡Padre!" (Rm 8, 14-15). Siguiendo esta enseñanza, san Josemaría insiste en que debemos sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la voluntad de nuestro PadreEs Cristo que pasa, 17)” (Vida cotidiana, o.c).

San Josemaría resume admirablemente toda esta rica enseñanza en el siguiente punto de Camino:

«  815  »  ¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces.

Para San Josemaría, “vivir la Voluntad de Dios” equivale a cumplir fielmente y por amor el pequeño deber de cada instante, ya sea con Dios, con los demás o con uno mismo.

Al adagio clásico de Plauto “age quod agis” (“está en lo que haces”), completado por el padre A. Petit en su libro Sacerdos rite institutus:Age si quis agis” (“si haces algo, hazlo efectivamente”), “el Autor agrega la sabia de la dignidad humana y cristiana: Que lo que hagas, sea lo que debes..., es decir, la Voluntad de Dios y, por tanto, pon al hacerlo el corazón y el alma” (Pedro Rodríguez, Edición crítica de Camino).

En Burgos, mientras San Josemaría preparaba este capítulo de Camino (Cosas pequeñas), escribió también esta ficha: "Santidad al alcance de todos: hacer con la mayor perfección posible las cosas ordinarias".

Para cumplir fielmente la Voluntad de Dios y vivir en Ella el camino es sencillo para el hombre y la mujer que viven en medio de la calle, en los afanes del mundo: descubre cuál es la Voluntad de Dios para ti (“haz lo que debes”, según la ley moral y la conciencia), en cada momento, en las cosas pequeñas (en tu vida de oración, en tu vida familiar, en tu trabajo, en el ambiente social en que te mueves…); y lleva a cabo esas acciones “estando en ellas”, es decir, poniendo tus cinco sentidos en aquello que realizas; haciéndolo con la perfección humana y sobrenatural de las que seamos capaces (cfr. Forja, 713 y Amigos de Dios, 57): haciéndolo con amor. Este es el secreto de la santidad: estar atentos a la Voluntad de Nuestro Padre, como Cristo.

Según las enseñanzas de San Josemaría, hacer el bien es seguir a Cristo.

“Tú, que por ser cristiano estás llamado a ser otro Cristo, ¿mereces que se repita de ti que has venido (...) a hacer las cosas como un hijo de Dios, atento a la voluntad de su Padre (...)? ¿Estás viviendo la vida de Cristo, en tu vida ordinaria en medio del mundo?” (Es Cristo que pasa, 21).

Y seguir a Cristo, a través de María, que vivió siempre en la Voluntad de Dios, cumpliendo con amor las cosas pequeñas que tenía entre sus manos, en Nazaret y durante toda su vida. Durante el Adviento la vemos solícita y llena de amor esperando a su Niño. Nosotros también queremos ponernos a su lado para que nos enseñe a amar con toda nuestra alma el Querer de Dios en cada momento de nuestra vida. 


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