sábado, 25 de mayo de 2019

El Don del Espíritu Santo


A partir de ahora, al finalizar el Tiempo Pascual, nos iremos preparando de modo más inmediato para celebrar las Solemnidades de la Ascensión del Señor y de Pentecostés.    

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Juan de Flandes, La Venida del Espíritu Santo (1514-1519)


Mañana, Sexto Domino del Tiempo Pascual, las Lecturas de la Misa se centran en el Espíritu Santo o, al menos, las tres mencionan su papel fundamental en la vida cristiana. No es una sorpresa esa mención para nosotros pues, dentro de 15 días celebraremos la Solemnidad de Pentecostés y, a partir del próximo jueves, muchos cristianos tratamos de vivir el Decenario al Espíritu Santo como preparación a esa gran fiesta de la Iglesia.

Las tres Lecturas de la Misa están tomadas del Evangelio de San Juan (Evangelio), de los Hechos de los Apóstoles de San Lucas (1ª Lectura) y del Apocalipsis de San Juan (2ª Lectura).

Cada una de estas Lecturas nos da pie para reflexionar sobre tres aspectos o enfoques sobre la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en nuestras almas:

1°) El anuncio de Jesucristo en la Última Cena: de una manera clara e insistente comunica a sus discípulos el envío del Espíritu Santo (Evangelio), y los efectos que tendrá en sus vidas el Altísimo Don de Dios.  

2°) La manera de actuar del Espíritu en los primeros tiempos de la Iglesia y el modo en que los cristianos disciernen y conocen bien  cómo actúa el Espíritu en la Iglesia (1ª Lectura).

3°) La presencia del Espíritu Santo en la Nueva Jerusalén y también en el cristiano que se preparar para el advenimiento del Reino y experimenta en sí que es Templo del Espíritu ya ahora, en la vida terrena.

A continuación desarrollaremos algunos puntos que nos ayuden a comprender mejor cada uno de estos enfoques. En este post analizaremos el primer aspecto. En los siguientes (1° y 8 de junio) veremos los otros dos.

1. El Envío del Espíritu Santo a la Iglesia. Los carismas.

En varias ocasiones el Señor anuncia a sus discípulos el envío del Espíritu Santo que morará en ellos, les enseñará y recordará toda la Verdad, les hará fuertes y les impulsará a llevar el Evangelio por todos los rincones de la tierra.

El Espíritu Santo es enviado por el Padre y por el Hijo. Así lo confesamos en el Símbolo Niceno Constantinopolitano (“a Patri Filioque procedit”). El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Amor entre el Padre y el Hijo.

Con el mismo Amor que el Padre ama al Hijo, el Hijo nos ama a nosotros. El Padre y el Hijo nos hacen participar de ese Amor que es el Don Altísimo de Dios. No hay otro don mayor. En este Don se encierran todos los demás.

Es el Don de la Gracia (“Charis”), que se distribuye de distinta forma por medio de los carismas. Estos carismas, o dones del Espíritu Santo, pueden ser de tres tipos (cfr. Javier Sesé, en Diccionario de San Josemaría, voz “mística”):

1°)  los dones o carismas “ordinarios”, alcanzables por todos, como fruto de las virtudes y los dones del Espíritu Santo, y que entra en el orden de la santificación personal;
2°) los dones "especiales", fruto de carismas concretos concedidos por Dios a determinados cristianos, de acuerdo con su vocación particular en la Iglesia, y que se conceden precisamente en servicio de la misma Iglesia y de las almas, no en beneficio propio, aunque se apoyen en la santidad personal;
3°) y los dones "extraordinarios", que suelen romper las leyes de la naturaleza, y que Dios concede a personas muy concretas como signo claro y llamativo de la grandeza de la santidad cristiana a la que todos estamos llamados, o de alguno de sus aspectos más importantes.

Dentro de los dones “especiales” se encuentra el llamado “carisma veritatis certum” (carisma cierto de la verdad), que concede el Espíritu Santo a los Pastores de la Iglesia a través del Magisterio para guiar a los cristianos hacia la verdad completa. El Magisterio de la Iglesia, o función de enseñar, siempre se fundamenta en las verdades contenidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. Los Pastores (el Papa y los Obispos) reciben este don para enseñar la Verdad sobre Jesucristo y, de esta manera, evitar que la Iglesia se aparte de ella.

Pero el Espíritu Santo no sólo dirige la Iglesia a través del Magisterio de la Jerarquía, sino que también concede dones a los fieles cristianos, de manera ordinaria, para que sean “llevados por el Espíritu” y escuchen su Voz en la vida corriente.

“Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7)” (Lumen Gentium, n. 12).

El Espíritu Santo es como un Viento impetuoso que actúa constantemente en la vida de los cristianos, si estos son dóciles a su acción. Es verdad que nosotros somos pobres instrumentos de la gracia, pero somos impulsados por una Fuerza sobrenatural que nos hace capaces de acometer grandes proyectos de santidad y apostolado.

En otro documento del Concilio Vaticano II podemos leer la importancia de esta acción divina.

“Para ejercer este apostolado, el Espíritu Santo, que produce la santificación del pueblo de Dios por el ministerio y por los Sacramentos, concede también dones peculiares a los fieles (Cf. 1 Cor., 12,7) "distribuyéndolos a cada uno según quiere" (1 Cor., 12,11), para que "cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros", sean también ellos "administradores de la multiforme gracia de Dios" (1 Pe., 4,10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (Cf. Ef., 4,16)” (Apostolicam actuositatem, n. 3).
“De la recepción de estos carismas, incluso de los más sencillos, procede a cada uno de los creyentes el derecho y la obligación de ejercitarlos para bien de los hombres y edificación de la Iglesia, ya en la Iglesia misma., ya en el mundo, en la libertad del Espíritu Santo, que "sopla donde quiere" (Jn., 3,8), y, al mismo tiempo, en unión con los hermanos en Cristo, sobre todo con sus pastores, a quienes pertenece el juzgar su genuina naturaleza y su debida aplicación, no por cierto para que apaguen el Espíritu, sino con el fin de que todo lo prueben y retengan lo que es bueno (Cf. 1 Tes., 5,12; 19,21)” (Ibidem).

Al finalizar el mes de mayo nos acogemos a la intercesión de Nuestra Señora, Esposa del Espíritu Santo, para que nos ayude a comprender la grandeza del Don de Dios.


sábado, 18 de mayo de 2019

Devoción a la Eucaristía

En este blog queremos dejar constancia de la devoción eucarística de dos mujeres. Una que vivió entre 1916 y 1975 (Guadalupe), y otra que vive aún y recibe mensajes para nuestros tiempos (Marga). 

Juan Ribalta
The Last Supper (c. 1620-28)
Museum of Fine Arts, Valencia, Spain 

Hoy, en Madrid, será declarada “beata” Guadalupe Ortiz de Landázuri y Fernández de Heredia, una Numeraria del Opus Dei que nació en Madrid el 12 de diciembre de 1916. Por eso sus padres le pusieron el nombre de “Guadalupe”.

La Providencia Divina quiso que, con el paso de los años, pidiera la admisión en el Opus Dei como una de las primeras Numerarias de la institución fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer el 2 de octubre de 1928. Y también fue la Divina Providencia quien determinó que Guadalupe fuera, junto con otras dos Numerarias españolas, quien comenzara la labor apostólica en México en 1950.

Guadalupe estuvo en México sólo seis años, pero fueron suficientes para dejar una honda huella en muchas mujeres que recibieron el influjo del mensaje que llevaba la Obra en su expansión por todos los continentes: que Dios nos llama a todos a ser santos en medio del trabajo y de las circunstancias ordinarias de la vida.

Nada más llegar a México, Guadalupe puso mucho empeño en que, cuanto antes, pudieran tener al Santísimo en el primer Centro del Opus Dei de mujeres en la ciudad de México. Es muy expresivo lo que le escribe al Fundador el 13 de mayo de 1950:

“Padre: Ya quisiera poder decirle que el día 18 tendremos el Señor en casa, pero no es seguro. Depende del dorador que está arreglando el retablo donde está la Virgen, y el altar. Cuánto me gustaría que ese día tan grande de la Ascensión tuviéramos la primera Misa. Acuérdese un poco y pida ese día por esta casa y un poco también por mí: ese día hice la Primera Comunión, vine a vivir a Casa, y también hice la Fidelidad [Hace referencia a la incorporación definitiva que los fieles pueden hacer a la Prelatura del Opus Dei después de al menos cinco años de la incorporación temporal]. […]” (María del Rincón y María Teresa Escobar, Letras a y santo).

El 18 de mayo, día de su beatificación, tenía para Guadalupe mucho significado sobrenatural.

Más adelante, escribe Guadalupe a San Josemaría para anunciarle que ya tienen al Señor en otro Centro del Opus Dei: el Centro de Estudios. Era el 12 de diciembre de 1955.

“Esta mañana se quedó el Señor en el oratorio del Centro de Estudios ya para siempre; tiene la imagen de la Purísima (un cuadro grande), y el altar es de mármol verde y dorado (el mármol es imitación, pero queda precioso). El sagrario, de madera dorada con puerta de cristal. Todo se hizo en el taller donde Aurora está aprendiendo a dorar y tallar. Encomiende mucho esa casa, para que todas las vocaciones que pasen por ella, sigan perseverando hasta el final, y sean muy santas.
Hoy como es día de mi santo, y en México a nadie se le pasa esta fecha, vino mucha gente a Misa a casa para encomendarme en la comunión; lo noté mucho que había mucha gente pidiendo por mí, y ya sé que usted también me encomendó, como todas mis hermanas de muchas partes del mundo” (Ibidem).

En la segunda parte de esta entrada, quisiéramos hablar de otra mujer, esta vez aún viva, de la que ya hemos mencionado muchas cosas en este blog: Marga (que vive en Villalba, dentro de la Comunidad de Madrid, donde Guadalupe nació y será beatificada hoy).

Hace unos días, el 15 de mayo, en el nuevo sitio web (cfr. vdcj.org) ha aparecido un mensaje (del día 13) que nos da a conocer cómo, también (no sólo hace 70 años) ahora es fundamental tener una gran devoción a Jesús en la Eucaristía. Es más: el Señor nos pide que asistamos a la Santa Misa y le adoremos con espíritu de reparación por todos los pecados del mundo.

A continuación transcribimos en mensaje (cfr. mensaje).

Mensaje de la Virgen del 13 de mayo de 2019 sobre el centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús

13-05-2019
María, qué tenemos que hacer para lo de la Consagración de España.

Virgen: Queridos, no se puede preparar tan gran evento sólo en las materialidades físicas. Mucha gente acudirá al Cerro y sí, debemos organizarlas bien.

La Campaña de Reparación y Adoración al Santísimo Sacramento que Yo os propuse el verano pasado, era la preparación necesaria en los corazones.

Que cada párroco hubiera dado instrucciones precisas en cada parroquia, para hacer esa Reparación al Santísimo, era lo necesario para preparar a las almas a tan gran evento. Y que este evento tuviera repercusión.

Si no, volvemos a tener lo mismo que en el 19 [Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús de 1919]: un acto social, que es muy bonito y vistoso, pero nada más. No transforma los corazones.

Ahora que sales, amada, en esta web, lanzar esto. [Que se lanza la web nueva]

Puedes decir, o no, porque ya se sabe y se sobreentiende, que a ese Mensaje [9 de Julio de 2018 y 31 de Julio de 2018: verlos aquí] no se le ha hecho nada de caso. Lo mismo que a todos los demás y tantas y tantas cosas con las que me prodigo con la Nación española.

Adoración y Reparación, Rosarios, los sacerdotes con sus fieles. Vida Eucarística y consagrada a Él, por medio de Mí. Vida pulcra y confesión en el alma. Ofrecimiento y entrega y dar la vida por los hermanos.

¡Cambio de vida! ¡Cambio de vida!

¡Dejad de lanzar piedras contra vuestro propio tejado!

Dejad de tirar piedras al Papa. Tendedle cuerdas. Cuerdas de salvación. Corregidle si yerra, pero no le ataquéis.

Es la Adoración al Santísimo lo que transforma los corazones.

¡Si los párrocos hicieran caso!

¡Si solamente hay Rosarios, pero no hay cambio de corazones… no!

Hoy se me ofrecerán Rosarios [Es la Fiesta de la Virgen de Fátima], pero muchos de ellos sin un cambio de corazones, sin un perdón, sin un amor sincero, sin una vida pulcra.

Diles, querida hija, que con esos Rosarios no puedo hacer nada.

La mejor preparación a ese Centenario es la reforma de vida y la conversión, es el decidirse por Cristo y entregarle todo como propiciación por los propios pecados y por los del mundo entero.

Es vivir una vida de Consagración personal en ofrecimiento a Él. Donde se consagra y ofrece todo, toda la vida, en Reparación por los propios pecados y los del mundo entero.

Diles que sólo así, mi Inmaculado Corazón Triunfará, cuando haya conseguido triunfar-reinar en cada corazón, en cada uno de los corazones.

Amén.


sábado, 11 de mayo de 2019

Corresponder a la propia vocación


Mañana, en toda la Iglesia, celebramos la Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones. El Papa Francisco preparó un mensaje, el 31 de enero pasado, para la Jornada de este año 2019.  

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El lema es sencillo: “la valentía de arriesgar por la promesa de Dios”. El Papa, en su mensaje, toma como ejemplo la llamada a los primeros apóstoles, Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Están en el Mar de Galilea. Son pescadores. Arreglan sus redes. Entonces, el Señor les hace una promesa: “Os haré pescadores de hombres” (Mc 1, 17). De esta manera, Jesús “rompe la parálisis de la normalidad”.

La normalidad, la vida ordinaria de cada uno de nosotros, es buena. El Señor desea que vivamos “normalmente”, es decir, sin buscar cosas extraordinarias o raras. Ama nuestra vida sencilla, como la que Él vivió durante 30 años en Nazaret. Es más, nos busca precisamente en esa vida corriente: en nuestras relaciones familiares, profesionales, en nuestros hábitos adquiridos con esfuerzo durante muchos años, en nuestras actividades diarias y aparentemente sin relieve.

Pero la “normalidad” puede convertirse en rutina, en vivir anodinamente, simplemente siguiendo patrones de conducta habituales en los que no hay “alma”. Para que sea valiosa, la vida ordinaria tiene que estar cargada de sentido: “esto lo hago buscando algo trascendente”; “convierto la prosa en endecasílabo, verso heroico”, como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer.

A eso se refiere el Papa: a que puede haber rutina en nuestra vida, y el Señor nos saca de ese acostumbramiento malo y nos propone lanzarnos a una aventura junto a Él.

“La vida no debe quedar atrapada en las redes de lo absurdo y de lo que anestesia el corazón” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2019).

San Josemaría descubrió su vocación en su vida ordinaria. Dios le hizo ver, a través de las pisadas de un carmelita descalzo sobre la nieve, que estaba llamado a hacer algo grande y que fuese amor. A veces, él ponía el ejemplo de un farol apagado que la gracia de la vocación enciende para iluminarnos y que demos luz a los demás.

Aunque siempre hay que darse totalmente a Cristo, ese “algo grande” y que sea “amor” no se refiere, para la mayoría de las personas, a dejar todo (familia, actividad profesional, lugar en el que se vive, etc.) para seguir a Cristo, en el sentido material. Incluso a quienes Dios pide una entrega total de su vida en el celibato (sacerdotes, religiosos, personas entregadas a Dios), muchas veces no les pide de inmediato “dejar todo” en ese momento. Pero sí pide la plena disponibilidad a dejarse llevar por las mociones del Espíritu Santo, para seguir a Cristo ahí donde cada uno está.

En el caso de los apóstoles, dicen los evangelistas que «inmediatamente dejaron sus redes y lo siguieron» (Mc 1,18). Ante la promesa del Señor (ser pescadores de hombres, es decir, llevar una vida de amor a Dios y a los hermanos), ellos tienen la valentía de arriesgarse a dejarlo todo.

Todos los hombres tenemos una vocación y una misión que Dios espera de nosotros. Hay tantos caminos como hombres en la tierra. Cada uno tiene que buscar y encontrar el suyo. Dios nos lo hace ver, si escuchamos su Voz en nuestro corazón.

Además, la vocación va concretándose a lo largo de la vida. No aparece en toda su claridad desde el principio. Por lo tanto, hay que mantener el deseo de corresponder siempre a lo que Dios nos pida en cada etapa de nuestra vida. Y esto supone siempre la valentía de no quedarnos cómodamente en la orilla, metidos en la seguridad de nuestras costumbres o estilos de vida, sino que ser fiel a la vocación lleva consigo un estar siempre en proceso de conversión: ¡Señor, aquí estoy! ¿Qué quieres de mí ahora?

La próxima semana, el 18 de mayo, será beatificada en Madrid Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975), una de las primeras Numerarias del Opus Dei, que comenzó la labor apostólica en México (1950) y luego también estuvo en Italia y en España dedicándose a diversas tareas, tanto apostólicas como de tipo profesional (había estudiado Ciencias Químicas en Madrid, su ciudad natal).

En Guadalupe tenemos el modelo maravilloso de una mujer que supo responder a la vocación que Dios le dio y ser fiel a ella toda la vida, con una flexibilidad estupenda, que la hizo siempre estar disponible para lo que hiciera falta.

Recientemente se han publicado algunas de sus cartas al Fundador del Opus Dei, a través de su vida (cfr. María Del Rincón y María Teresa Escobar, Letras a un santo). En ellas se nota esta “valentía para arriesgarse” de la que habla el Papa, por la promesa de Dios. ¿Cuál es la promesa? La santidad, el amor a Dios, el ayudar a Cristo a “pescar” hombres en el apostolado.

Una expresión muy típica suya es “aquí me tiene”. Aparece muchas veces en sus cartas, e indica precisamente la disponibilidad que es una característica fundamental del que responde fielmente a una vocación. Veamos algunos ejemplos en sus cartas a San Josemaría.

“Padre: Qué alegría me da decirle que aquí me tiene, ahora haciendo cabeza y mañana en el último puesto, siempre contenta porque sirvo al Señor. Cada día tengo más confianza en su ayuda y menos en mis fuerzas” (Bilbao, 17 de marzo de 1946).

“Le pide la bendición su hija que nunca puede explicarle lo que significan la Obra y usted para mí, más que con la rendición total y absoluta. Padre, aquí me tiene” (México, D.F., 28 de febrero de 1954).

“Padre, se queda sin decir lo mejor, porque soy incapaz de expresarlo. Pero ya lo sabe: aquí me tiene, quiero servir con toda mi alma” (Madrid, 29 de septiembre de 1961).

“Gracias por todo, Padre; aquí me tiene, como siempre. Trabajo, hago apostolado y rezo lo mejor que puedo. Quiero hacerlo mejor y, si usted se acuerda de encomendarme, quizá lo consiga” (Madrid, 19 de marzo de 1963).

Al final de su Mensaje de este año el Papa se dirige a los jóvenes. Ordinariamente la juventud es la etapa de la vida en la que vemos nuestra vocación al matrimonio o al celibato apostólico. Meditemos las palabras del Papa, que nos animan a ser generosos y a confiar en el amor de Dios.

“En particular a vosotros, jóvenes, me gustaría deciros: No seáis sordos a la llamada del Señor. Si él os llama por este camino no recojáis los remos en la barca y confiad en él. No os dejéis contagiar por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone. Recordad siempre que, a los que dejan las redes y la barca para seguir al Señor, él les promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y anima el camino” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2019).    

María respondió rápida y totalmente al anuncio del Ángel: “Fiat”. “He aquí la esclava del Señor”. Y repitió ese “fiat” innumerables veces a lo largo de toda su vida, hasta el final.


sábado, 4 de mayo de 2019

Conversación de Jesús con Nicodemo (Jn 3)


En los primeros días de esta segunda semana de Pascua meditábamos el capítulo 3° del evangelio de San Juan: la conversación de Jesús con Nicodemo. Parece ser que Nicodemo era un miembro del Sanedrín. Ciertamente era un maestro en Israel y tenía influencia entre los dirigentes de los judíos.

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Además era un “corazón inquieto” (como decía San Agustín: “mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti”). Era un “buscador”. Y eso nos resulta enormemente simpático a todos, porque todos somos buscadores. Nunca estamos totalmente satisfechos de lo que tenemos o de lo que hemos hecho.

Tal vez, en general, estemos contentos de las elecciones que hemos tomado en nuestra vida. En muchos casos, volveríamos a escoger el mismo camino que hemos seguido, o querríamos formar la familia que hemos formado. Quizá, también, nos gusta y estamos conformes con ser la persona que somos después de un número mayor o menor de años de vida.

Pero, aun así, siempre queda en el corazón la nostalgia, el anhelo de algo mejor, más acabado. El hombre es un ser sediento de verdad y de amor. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia vocación.

En cierta ocasión le preguntaron al Papa Benedicto XVI si habría un número determinado de opciones para seguir a Cristo y contestó, para sorpresa de su interlocutor, que el mismo número de seres humanos que hay en el mundo. Cada uno tiene su propio camino, intransferible y totalmente único.

También decía el Papa emérito que ninguno tenemos la Verdad, sino que la Verdad nos tiene a nosotros en distinta medida. Siempre podemos aspirar a que habite de una manera más plena la Verdad en nuestra vida.

Recientemente tuvieron un coloquio Robert Barron (Auxiliar de Los Ángeles) y Jordan Peterson (psicólogo e intelectual canadiense). El obispo comentó que Jordan es un “seeker”, un “searcher”. Y que eso le gustaba. La fe no es algo estático. Es siempre una aventura. La fe es salir de la propia casa, arriesgarse. Es la fe de Abraham, que implica el sacrificio, y es auténtica cuando es “operativa”, es decir, cuando se traduce en acciones concretas de entrega a Dios y los demás. Ver aquí.

Es desconcertante encontrarse con una persona cerrada, que no esté dispuesta a escuchar, que tenga ya “todas las respuestas pagadas”. Es imposible dialogar con ella.

San Josemaría Escrivá de Balaguer, contra la tendencia relativista siempre presente en la historia humana, decía que había una serie de cuestiones que son como son, y no tienen por qué ser cuestionadas, aún en lo humano. Por ejemplo, que “dos y dos son cuatro”.

Sin embargo, también en esas cuestiones más básicas, podemos adoptar una postura abierta, mirando a la persona. Por ejemplo, interesándonos por saber por qué nuestro amigo sostiene que, en algunos casos, dos y dos pueden ser cinco (aunque sea un disparate). Es el tema de compaginar la verdad con la caridad: “veritatem facientes in caritate”.

Quizá podamos aprender algo de una postura errónea, y sacar algo de luz, alguna experiencia nueva. Además, el diálogo abierto, nos puede ayudar a hacer más firmes nuestras convicciones.

Hoy está de moda descalificar al otro e incluso burlarse de él, si sus opiniones no coinciden con las mías. San Josemaría también solía decir que, cuando se maltrata a alguien que está equivocado, él tenía la inclinación a ponerse de su lado: no en el error, sino en el amor a la libertad de expresión y en el derecho que tenemos a que se nos respete. Para vivir esto hay que tener una caridad muy fina.

El viento sopla donde quiere”, dice Jesús a Nicodemo. No sabemos con certeza de dónde viene ni a dónde va. Vivimos inmersos en el Misterio de Dios, del hombre y del mundo. Saber esto, ser conscientes de esta realidad, nos hará más humildes y prudentes a la hora de hablar y actuar.

En los últimos decenios es claro que la mentalidad “moderna” (modernismo) ha hecho mucho daño a la humanidad y a la Iglesia. Tenemos un hándicap muy grande que cubrir. Hay que armarse de paciencia para ir desmontando todos los clichés y errores que muchos tienen en sus cabezas y en su vida.
Es la paciencia del Señor con Nicodemo, que va explicando, poco a poco, la Verdad. Nicodemo, al final, cuando el Señor da muerto, se decide a dar la cara por él.

No es único el caso de Nicodemo en el Evangelio. Vemos un proceso parecido en las vocaciones de otros personajes como Juan, Andrés, Natanaél…

María también era un a buscadora: ¿cómo se hará esto?, le pregunta a Gabriel.

“El que busca encuentra” (lema del sitio católico “encuentra.com”). Llegan momentos de luz luminosa, y también de claroscuro que, de manera paulatina, nos llevan a descubrir horizontes nuevos y enriquecedores.

María Magdalena es una gran buscadora. Los ángeles que está dentro del sepulcro le preguntan: ¿por qué lloras? Un poco más tarde, Jesús le pregunta: Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas” (cfr. Jn 20, 11-18). Y ella responde con otra pregunta: “¿si tú lo has llevado dime donde lo has puesto y me lo llevaré?” (Ibidem).

Cristo vive y quiere que nosotros también vivamos. Vivir es abrirnos al Misterio y tratar siempre de descubrir los tesoros que hay en él. Nosotros nos introducimos en el Misterio de Dios, del hombre y del mundo a través de la Palabra (el Verbo, el Logos), que es Jesucristo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. En la medida en que busquemos, conozcamos, y nos identifiquemos con Cristo, la misma Verdad nos poseerá más completamente.