sábado, 16 de abril de 2016

"Jesús, a quien ahora veo escondido"

Santo Tomás de Aquino, compuso el himno del “Adorote devote” (“Te adoro con devoción”) para honrar la Presencia Real de Cristo Resucitado en la Eucaristía. Este himno expresa admirablemente los sentimientos de un alma eucarística.

 

La última estrofa de ese himno dice: “Jesu quem velátum nunc aspício, oro, fiat illud quod tam sítio; ut te reveláta cernens fácie, visu sim beátus tuae gloriae”. “Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén”.

Hay dos textos, uno del Papa Francisco (en Amoris laetitia) y otro de un mensaje de Jesús a Marga, que nos pueden ayudar a comprender mejor este hecho con el que nos topamos cada día: el misterio del ocultamiento de Dios, mientras estamos en esta tierra, y de su manifestación plena en la vida eterna.

El texto del Papa se refiere al ocultamiento de los "corazones humanos" (que sólo Dios conoce en profundidad). El de Marga se refiere al ocultamiento de Dios en la Eucaristía. Son dos "ocultamientos" diferentes, pero, en el fondo, relacionados entre sí, porque se refieren al Misterio de Dios (y del hombre) que, ahora todavía no ha sido desvelado.

Estas consideraciones nos ayudarán a ser respetuosos y humildes ante la avalancha de reflexiones que van apareciendo en los medios de comunicación sobre la Exhortación Apostólica Amoris laetitia, del Papa Francisco, en los últimos días.

Como es lógico, cada uno nos iremos formando nuestro propio juicio de lo que leemos o escuchamos (opiniones de distinto valor y peso), pero es bueno no olvidar que, con la gracia de Dios, podemos ir conociendo, poco a poco, con más profundidad la Verdad, que el Espíritu Santo nos revelará plenamente sólo al final. Esto será posible solamente si somos almas de oración y de Eucaristía. Así recibiremos e interpretaremos bien las enseñanzas del Papa en estos momentos de confusión para muchos.

En el Evangelio de san Juan hay un texto, sobre esta cuestión que es vital para cada uno de nosotros.

“Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho” (Jn 14, 22-26).

Y, Jesús, vuelve a repetir esta idea más adelante (Jn 16, 13): “cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir”.

El Espíritu Santo va guiando a la Iglesia (a cada uno de nosotros, que somos fieles de la Iglesia) gradualmente. En la Exhort. ap. Amoris laetitia (n. 295), el Papa Francisco nos recuerda una enseñanza de san Juan Pablo II: la ley de la gradualidad. “El ser humano «conoce, ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimiento» (Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981), 34).

Se trata de “una gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley. Porque la ley es también don de Dios que indica el camino, don para todos sin excepción que se puede vivir con la fuerza de la gracia, aunque cada ser humano «avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios y de las exigencias de su amor definitivo y absoluto en toda la vida personal y social» (ibid. 9).

La necesaria unidad de doctrina y de praxis en la Iglesia “no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella” (Amoris laetitia, 3), en razón de las diferencias que existen entre los hombres y la gran variedad de estados que hay en cada uno de nosotros hacia la plenitud de la verdad. 

Esto no es una concesión al relativismo. La verdad es la misma. La doctrina es la de siempre. Hay puntos firmes que no pueden cambiar y que están anclados en las palabras del Señor, en las que hemos de permanecer fielmente. Pero también, es verdad que vivimos en un mundo en el  que, aunque ha sido iluminado por la Luz de Cristo Resucitado, todavía no ha recibido la Plenitud de la Verdad, que sólo se manifestará en el mundo futuro. 

Copiamos un mensaje de Jesús a Marga en el que el Señor nos anima a vivir de fe, mientras no se revela plenamente al mundo. Al final hacemos un breve comentario en paréntesis cuadrados. Las negritas son nuestras.

Mensaje de Jesús a Marga (10 de enero de 2015)

Jesús:
Querida Marga.
   ¿Sí, Jesús?
Marga de mi Corazón de Padre, Corazón de Amor. ¿Me ves cómo estoy por ti?
   Parece que te derrites y que tus ojos brillen.
Ibas a decir: «y se te  cae la baba».  
   Sí pero no me parecía respetuoso.
   (Se ríe)
¡Puedes decirlo! Es así exactamente, lo que vosotros en tendéis por «y se me cae la baba», como realmente estoy en el Sagrario y en la Custodia por vosotros. ¡Oh, si me pudierais ver!
   Pues, ¿por qué no haces, Jesús, que te veamos así todos?
Porque os falta fe, porque no tendríais mérito. ¿Tú crees que vendrían más a rezarme?
   Yo creo que sí.
Cuando Yo descorra el velo... Falta poco. Cuando Yo descorra el velo de la Eucaristía.
La Mujer (nota de marga: la Virgen), que permanece velada, ha venido a descubrirlo desvelándose a vosotros. Me tiene tapado, en brazos, como un bebé, y me destapa a ratos.
Llegará un día que me muestre al mundo. De su mano, me mostraré al mundo.
Primero estoy haciendo corazones como Ella, que me acojan en su ser. Primero pulo y purifico a mis corazones que han dicho sí, para que me puedan acoger.

[Jesús nos haba del desvelamiento de la Eucaristía. Llegará un momento en que lo veamos a Él tal cual es. Ahora, sólo lo podemos ver con los ojos de la fe. Pero, si tenemos mucha fe (como los grandes santos, amantes de la Eucaristía) lo iremos “viendo” cada vez con esa contemplación que tendremos en el Reino Eucarístico.

Este “ir poco a poco” del Señor, es su modo habitual de actuar. Aunque ya conozcamos muy claramente el Camino (porque lo conocemos a Él y vivimos en su Palabra, que custodia fielmente el Magisterio de la Iglesia), todavía hay muchas zonas de oscuridad en nuestra vida. Esto nos ayuda a ser humildes, a vivir la caridad, a comprender a los demás y a no precipitarnos en nuestros juicios humanos. Por eso el Papa Francisco ahora no recuerda que el camino de la Iglesia no es de rechazo o marginación hacia los hombres (todos somos pecadores) sino de integración y de ayuda, para que todos vayamos avanzando hacia la verdad completa, “ex umbris et imaginibus in veritatem”).

No olvidemos, por último, lo que le dijo Jesús a Marga el 28 de febrero de 2015: “Están desviando vuestra atención para que creáis que la batalla dentro de mi Iglesia está en otras cosas, pero la batalla está en la Eucaristía”].



1 comentario:

  1. Otro muy buen video del miércoles pasado de un café con Galat: https://youtu.be/SDC9zz3T4Vw para meditar que está pasando en la Santa Iglesia y las consecuencias que tendrán las catastróficas enseñanzas de Francisco en nuestra querida Madre Iglesia.

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