sábado, 16 de mayo de 2015

A la derecha del Padre

Mañana, en muchos lugares se celebra la Solemnidad de la Ascensión de Jesús a los Cielos. Después de haber pasado 40 días con sus discípulos, el Señor se despide de ellos.

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Antes de su Resurrección, Jesús había dicho a los Apóstoles: “Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre” (Jn 16, 28). La Ascensión del Señor marca el momento de su retorno al Padre.

Cristo había resucitado y, en cuanto hombre, tenía la Vida Nueva en Dios. Pero durante los 40 días antes de la Ascensión, aún no había ascendido al Padre de manera definitiva. Aún no había sido glorificado, a la derecha del Padre.

Mañana leeremos los últimos versículos del Evangelio de san Marcos:

14 Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
16 El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
17 A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas,
18 cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
20 Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

¿Qué significa que Jesús esté “sentado a la derecha de Dios”?

Las consecuencias teológicas de esta afirmación son importantes para los Apóstoles y para todos nosotros. A partir del día de la Ascensión Jesús está más cerca de cada uno de nosotros.

Escuchemos la explicación de Benedicto XVI, en Jesús de Nazaret.

“El Nuevo Testamento –desde los Hechos de los Apóstoles hasta la Carta a los Hebreos–, haciendo referencia al Salmo (Sal 110, 1) describe el «lugar» al que Jesús se ha ido con una nube como un «sentarse» (o estar) a la derecha de Dios. ¿Qué significa esto? Este modo de hablar no se refiere a un espacio cósmico lejano, en el que Dios, por decirlo así, habría erigido su trono y en él habría dado un puesto también a Jesús. Dios no está en un espacio junto a otros espacios. Dios es Dios. Él es el presupuesto y el fundamento de toda dimensión espacial existente, pero no forma parte de ella. La relación de Dios con todo lo que tiene espacio es la del Dios y Creador. Su presencia no es espacial sino, precisamente, divina. Estar «sentado a la derecha de Dios» significa participar en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio”.

“En una disputa con los fariseos, Jesús mismo da al Salmo 110 una nueva interpretación que ha orientado la comprensión de los cristianos. A la idea del Mesías como nuevo David con un nuevo reino davídico –idea que hace poco hemos encontrado en los discípulos–, Él contrapone una visión más grande de Aquel que ha de venir: el verdadero Mesías no es el hijo de David, sino el Señor de David; no se sienta sobre el trono de David, sino sobre el trono de Dios (cf. Mt 22, 41-45)”.

“El Jesús que se despide no va a alguna parte en un astro lejano. Él entra en la comunión de vida y poder con el Dios viviente, en la situación de superioridad de Dios sobre todo espacio. Por eso «no se ha marchado», sino que, en virtud del mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto a nosotros y por nosotros. En los discursos de despedida en el Evangelio de Juan, Jesús dice precisamente esto a sus discípulos: «Me voy y vuelvo a vuestro lado» (Jn 14, 28). Aquí está sintetizada maravillosamente la peculiaridad del «irse» de Jesús, que es al mismo tiempo su «venir», y con eso queda explicado también el misterio acerca de la cruz, la resurrección y la ascensión. Su irse es precisamente así un venir, un nuevo modo de cercanía, de presencia permanente, que Juan pone también en relación con la «alegría», de la que antes hemos oído hablar en el Evangelio de Lucas”.

“Puesto que Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros. Ahora ya no se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la «ascensión»; con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo de la historia”.

En el Evangelio de san Lucas, dice el Papa, “a la partida de Jesús precede un coloquio en el que los discípulos –todavía apegados a sus viejas ideas– preguntan si acaso no ha llegado el momento de instaurar el reino de Israel”.

“A esta idea de un reino davídico renovado Jesús contrapone una promesa y una encomienda. La promesa es que estarán llenos de la fuerza del Espíritu Santo; la encomienda consiste en que deberán ser sus testigos hasta los confines del mundo”.

“Se rechaza explícitamente la pregunta acerca del tiempo y del momento. La actitud de los discípulos no debe ser ni la de hacer conjeturas sobre la historia ni la de tener fija la mirada en el futuro desconocido. El cristianismo es presencia: don y tarea; estar contentos por la cercanía interior de Dios y –fundándose en eso– contribuir activamente a dar testimonio en favor de Jesucristo”.

Estas últimas consideraciones de Benedicto XVI nos ayudan a “vivir en presente”, agradeciendo la cercanía interior de Dios en nuestras vidas y buscando, cada día, que nuestro testimonio en favor de Cristo (apostolado) sea decidido y constante. 

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