sábado, 16 de agosto de 2014

Dios nos llama a todos los hombres a su amor

Podríamos decir que el tema principal de las Lecturas del Domingo XX durante el año (Ciclo A), que celebraremos mañana, es el la Llamada universal a la salvación. Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4). Dios no hace acepción de personas. A todos los hombres les da el don de la fe, pues “sin la fe es imposible agradar a Dios” (Hb 11, 6).


Las Lecturas son las siguientes:

Is 56, 1. 6-7. A los extranjeros los traeré a mi monte santo.
Sal 66. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Rm 11, 13-15. 29-32. Los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Mt 15, 21-28. Mujer, qué grande es tu fe.

El Profeta Isaías (Primera Lectura), que vivió en el Reino de Judá, en el siglo VII antes de Cristo, ya menciona como la Casa de Dios, que es un recinto de oración, está abierta a todas las naciones, no solo a los judíos.

Dios desea que todos los pueblos lo alaben y le den gracias (Salmo) porque es Misericordioso con todas las gentes.

Misteriosamente —nos dice San Pablo— la vocación y los dones de Dios son irrevocables. Por eso, aunque los judíos no se hayan convertido al cristianismo, Dios no los deja y, si grande fue su caída, mayor será su elevación, cuando llegue el momento de su conversión, al final de los tiempos (Segunda Lectura).

Es verdad que Jesús había venido a llamar a las ovejas perdidas de  la Casa de Israel, pero su misión era universal. El episodio de la cananea, que muestra una gran fe —al pedir a Jesús la curación de su hija con gran perseverancia—, nos revela cómo Jesús viene a llamar a todos (Evangelio), sin distinción alguna.

Aunque Jesús llama a todos, no todos lo reciben. Mientras estamos aquí en el mundo terrenal, todos somos pecadores y todos podemos ser santos (aún el más grande pecador). No sabemos quiénes serán “hijos de las tinieblas” y quienes “hijos de la luz”. Los esenios del Qumram decían: "Amarás a todos los hijos de la luz y odiarás a todos los hijos de las tinieblas". Jesucristo enseña que hemos de amar a todos. Solo al final se separará el trigo de la cizaña: los “hijos de las tinieblas” y los “hijos de la luz”.

¡Trabajemos mientras tenemos tiempo! ¡Dediquemos todos nuestros esfuerzos a anunciar el Evangelio a todos! ¡Procuremos manifestar con nuestra vida, nuestro ejemplo y nuestras palabras el gran Amor que Dios nos tiene!

Pongamos por intercesora a María, Nuestra Madre, la Mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies...; la Mujer del Apocalipsis; la Capitana del Gran Ejercito que lucha contra el Dragón, nos marca el Camino nos da las armas para luchar contra él, nos alienta en el día de la prueba y nos conduce a Cristo. 

Reproducimos, a continuación, dos mensajes a Marga sobre el Amor de Dios a los hombres: uno de la Virgen y otro de Jesús (ver sitios sobre el Tomo Rojo y el TomoAzul).

Mensaje del 25 de mayo de 1999

Virgen:
¡No ahoguéis el Espíritu! Habrá grandes apóstatas y grandes santos. ¿Entre cuáles queréis estar?

Recibid al Espíritu. Que desaparezca vuestro hombre viejo. Morid a vosotros mismos. Yo ahora os preparo a morir a vosotros mismos, ¿no os dais cuenta?

¡Quered todo lo que quiera Dios! Lo de Dios no son caprichos, lo vuestro sí. Lo de Dios es Amor Infinito a sus criaturas y dádivas amorosas para que vayan a El, asciendan a su perfección.

¡Qué poco conocéis el Amor de Dios, el Don de Dios! ¡A pesar de llamaros «los suyos»! Y si los suyos no le reconocen, ¿quién te reconocerá, oh, Dios mío?

¡Todavía no envíes tu Ira! Déjame prepararlos otro poco más. Oh, Dios, detén tu Mano contra tu perversa humanidad, que reniega y aborrece tu Nombre Santo. Déjame que Yo te prepare un Resto puro y abnegado, un Resto pulido en el crisol del sacrificio. Tu Resto fiel.

¡Escuchad a vuestra Madre!, preparaos, morid a vosotros mismos. ¡Estáis tan llenos de vosotros! ¡Llenaos de Dios!

Queréis gozar y deberíais querer sólo sufrir, pues la hora se acerca y muchos no podréis resistir, debido a vuestra regalada vida anterior, de la cual no os enmendasteis. Enmendaos. Aceptad mi Cruz y tomad la de Cristo. Queréis cargar con la de Cristo y cuando llega el momento, la arrojáis al suelo, rechazándola de vosotros.

Quien pretenda salvarse solo, se condenará. Dad la vida por los pecadores y os salvaréis.

En la Mesa del Sacrificio no hay víctimas y las pocas que hay, vuelven a salirse por su propio pié en el momento de la verdad.

Vosotros sois vuestro peor enemigo. Morid, morid a vosotros mismos.

¿Habéis preguntado por los gustos de Dios? Escuchad, escuchadle, habla en el silencio. Haced silencio. ¡Tanto ruido en vuestras almas! Escuchad..., escuchad...

Mensaje del 9 de abril de 2001

Jesús:
Vosotros juzgáis el Amor de Dios muy ínfimo, creéis que es puramente humano, asemejáis el Amor de Dios al de un hombre, y no es así. El Amor de Dios excede a todo conocimiento, va más allá de lo que puede imaginar la mente de un hombre. El Amor de Dios no devuelve con la misma moneda al hombre. El Amor de Dios es Poderoso, excede a vuestra imaginación. Imaginad el más puro y poderoso amor de mundo, y no tiene parangón, no se puede comparar. Con vuestras mentes no lográis alcanzarlo, es necesario que os dejéis manejar por mi Espíritu. Aprended, como María, a ser dóciles a mi Espíritu, así podréis dar todo lo que Yo os pido, todo lo que se os requiere. Así podréis responder al Amor de Dios, que excede todo conocimiento, toda creación.

Yo escribí una vez cartas de amor a mi novia, mi crea-tura. La novia las rompió y las arrojó al fuego. 

¿Puedo así comunicarme con alguien que no quiere oírme? Válgame Dios, que aunque fuera el más elocuente de los enamorados, a la novia que ha cerrado su oído, no puedo comunicarle nada, no puedo decirle nada.

¿Por qué no me escucháis? Creaturas ingratas que os preguntáis todavía: «¿qué debemos hacer?, ¿a dónde debemos ir?» Yo ya os lo he dicho. Actuad en consecuencia.


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